El absorbente y desafiante libro de Job es posiblemente uno de los libros más fascinantes del Antiguo Testamento y comienza una nueva división en las Escrituras. Los libros de Génesis a Ester son todos ellos libros narrativos y son de una enorme importancia para nosotros como parábolas vivientes, como simbolismos que se han representado en la historia misma, haciendo posible que seamos conscientes de lo que está pasando en nuestra propia vida.
Job es el principio de otra sección, los libros poéticos de la Biblia, que incluyen también Salmos, Proverbios, Eclesiastés, el Cantar de los Cantares y el breve libro de Lamentaciones, que se encuentra junto al de Jeremías. Job es un gran poema, y hasta algunos han llegado a decir que posiblemente sea el mayor poema de toda la literatura. Posiblemente nada de lo escrito por Shakespeare sobrepase a este libro en lo que se refiere a la belleza de su expresión. Es un libro admirado por doquier como uno de los escritos más hermosos que jamás ha conocido el hombre, pero es algo más que un escrito expresivo y dramático, pues encierra, como veremos, un mensaje de enorme importancia.
Es un drama, un drama épico como el de la Iliada y la Odisea, los poemas escritos por Homero pertenecientes al mundo griego, pero el libro de Job es además historia. Job fue, de hecho, un hombre de carne y hueso, y los acontecimientos que se relatan de él sucedieron de verdad, pero Dios hace que el relato llegue hasta nosotros, escrito con un estilo precioso, de manera que podamos tener una respuesta a la antigua e inquietante interrogante: "¿Por qué el hombre se ve sometido a una tragedia aparentemente sin sentido?". En cualquier ocasión en la que usted se encuentre en dificultades, haría bien en leer lo que dice el libro de Job. Aquí tenemos el caso de un hombre que experimentó la agonía de la desesperación humana y la aflicción de espíritu que acompaña a las tragedias sin significado ni sentido aparente que se produjeron en su vida.
Ahora bien, la respuesta definitiva a esta pregunta se nos da al principio mismo del libro. Al comienzo se nos entregan ciertas notas de un plan que nos explica algo acerca del drama, algo que ni siquiera se les permite saber a los actores. La respuesta que se nos da con respecto al sufrimiento que no tiene sentido es el hecho de que Satanás está continuamente desafiando el gobierno de Dios.
Así que, al empezar el libro, nos encontramos a Dios reuniéndose con Su creación angélica. Entre ellos se encuentra Satanás, que camina a zancadas riéndose despectivamente y dándose aires, convencido de que el propio interés es el único motivo real del comportamiento humano. La filosofía de Satanás es que la pregunta: "¿Qué partido le voy a sacar yo?", es la única explicación exacta de por qué hacen las personas las cosas.
Y aquí, ante la presencia de Dios, asegura que cualquiera que afirme que los seres humanos actúan por cualquier otro motivo es sencillamente un farsante religioso y, además, afirma que lo puede demostrar. Dios dice con suma paciencia: "Está bien, pondremos a prueba tu teoría". Entonces elige a Job como el campo de prueba.
En la segunda guerra mundial, cuando comenzó la guerra entre Japón y los Estados Unidos, daba la impresión de que el conflicto se desarrollaría en el océano Pacífico, muy posiblemente en las islas de Hawaii, porque la guerra empezó en Pearl Harbor. Pero ya a principio de dicha guerra, como recordarán ustedes, de repente se produjo un marcado cambio en los acontecimientos, y, sin advertencia alguna, todo el teatro de batalla cambió de repente al Pacífico Sur. Por primera vez, los norteamericanos escucharon extraños nombres de islas, como Guadalcanal y otras. Allí, en aquellos tranquilos, desconocidos y alejados rincones de la tierra, las grandes potencias del mundo se enfrentaron en un mortal combate, y las islas se convirtieron en el campo de batalla de la gran lucha entre imperios.
Y algo así fue lo que sucedió en la historia de Job. Nos encontramos a un hombre ocupado en sus propios asuntos, que no es consciente que de repente se ha convertido en el centro de la atención de Dios. Por un tiempo toda la actividad de Dios se ha centrado sobre él, y se ha convertido en el campo de batalla, para que tenga lugar en él un conflicto entre Dios y Satanás, en el que Dios planea hacerle la pascua a Satanás y descubrir el hecho de que es un farsante. Job es el campo de batalla, y Satanás se introduce de inmediato en él con sus fuerzas de choque.
En el capítulo 1, leemos que, uno tras otro, se priva a Job de los soportes de su vida. Es como si un mensajero le trajese una serie de mensajes a Job acerca de terribles catástrofes. Aún no ha tenido tiempo de enterarse de una cuando ya se le ha venido otra encima, y los mensajes siguen llegando. Para empezar, todos los bueyes de Job han sido robado por incursiones del enemigo; a continuación sus asnos son diezmados. Luego le llega la noticia de que sus ovejas han perecido por causa de una terrible tormenta eléctrica, y de inmediato le dicen que su gran rebaño de camellos, una verdadera riqueza en el mundo oriental, ha sido eliminado por una catástrofe natural. Pero luego le llegan noticias realmente sobrecogedoras de que siete de sus hijos y tres de sus hijas estaban en la casa celebrando un cumpleaños, cuando apareció un gran tornado y la casa fue destrozada, muriendo todos sus hijos fatídicamente de una sola vez.
Job lo acepta todo como si nada, y, al final del capítulo 1, su reacción frente a esta terrible serie de accidentes trágicos y sin sentido es:
"Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. Jehová dio y Jehová quitó: ¡Bendito sea el nombre de Jehová!". (Job 1:21)
Me pregunto si nosotros hubiéramos respondido de esa manera. Satanás se queda un tanto desconcertado, por lo que le pide a Dios que cambie las normas del juego. Satanás decide atacar a Job de una manera más directa y le pide a Dios que le conceda el derecho de atacar el cuerpo de Job, cosa que Dios le concede. Sin previo aviso, Job se encuentra de repente atacado por una serie de terribles furúnculos, o carbunclos.
Hubo una época en mi vida en la cual, durante un período de un año y medio aproximadamente, tuve unos veinticinco furúnculos, aunque no más de dos o tres a la vez. Desde entonces me he sentido profundamente identificado con el querido y anciano Job. No hay nada más molesto y doloroso que un furúnculo, y no hay medicina que lo alivie. Lo único que se puede hacer es apretar los dientes y soportar la agonía hasta que el furúnculo llega a formarse por completo y a continuación se cura solo.
Pensemos en cómo Job se encontró lleno de furúnculos, de la cabeza a la planta de los pies. No sabía apenas qué hacer, pero se decide a esperar y soportarlo hasta el final. Al continuar la enfermedad su proceso, su esposa es una cuya fe sucumbe. Se vuelve a él y le dice: "¿Todavía te aferras a tu integridad? ¿Por qué no maldices a Dios y te mueres?". Job tiene que soportar solo, pero se ha propuesto ser fiel. A continuación viene la prueba final, cuando recibe la visita de tres de sus amigos.
Al llegar a este punto el libro cambia ligeramente su curso. Ya no estamos viendo solo a Job, sino que nos encontramos con la controversia que suscitan estos tres amigos y su discurso, que ocupa una gran parte del libro. Desde su punto de vista humano (muy humano), intentan dar respuesta a la misma pregunta obsesiva: "¿Por qué afligen a los hombres tragedias que no tienen sentido?". La mayor parte del libro, escrito con un precioso lenguaje poético, deja constancia de los esfuerzos realizados por estos hombres en lo que se refiere a encontrar una respuesta. Y las respuestas de los tres son las mismas, contestando a la cuestión de los problemas con los que se enfrenta Job con una seguridad presuntuosa y dogmática, diciendo que solo hay una explicación posible: que ha cometido algún pecado espantoso, e intentan derrumbar las defensas de Job con sus argumentos.
No es que estén necesariamente equivocados en su explicación. Hay efectivamente sucesos trágicos, catástrofes, angustias, dolores y sufrimientos que son el resultado del pecado. Siempre que infrinjamos las leyes del universo de Dios, incluso las leyes relacionadas con la salud, se producirá una reacción física inmediata y, en ocasiones, violenta, y de ello se derivan muchos sufrimientos; pero el problema de los argumentos presentados por sus amigos, y el mal de los mismos, está en su declaración dogmática de que esa es la única explicación posible de toda clase de sufrimientos.
Cada uno de ellos presenta sus argumentos a Job en tres ocasiones. Es decir tres argumentos cada uno, haciendo un total de nueve argumentos, y cada uno de ellos repite, por así decirlo, la misma cantinela. Intentan distintos enfoques, empezando por el sarcasmo y la ironía. A continuación apelan a la honestidad de Job, para acusarle luego de haber cometido crímenes concretos o malas acciones, para finalmente hacerse los ofendidos y marcharse, disgustados y enfurruñados, apelando con orgullo a la conciencia de Job para que no les insulte más. Están todo el tiempo atacando a su integridad, con el argumento de que si Dios es verdaderamente justo, entonces los justos siempre reciben bendición y los malvados siempre sufren, y, por lo tanto, la persona que esté sufriendo debe de ser por haber hecho algo que está mal en su vida. Ese es su argumento. Para estos hombres la explicación es una sencilla cuestión de causa y efecto, y les parece bastante lógica. Es una explicación conveniente y sin complicaciones, que todo lo explica, es decir, a menos que se sea la persona que está pasando por los sufrimientos.
Para empezar, Job se siente ligeramente irritado con estos amigos, pero luego se siente realmente furioso y, finalmente, sarcástico. En las primeras líneas de su respuesta les contesta con una fina y cortante ironía: "Ciertamente vosotros sois el pueblo, y con vosotros morirá la sabiduría" (Job 12:2). "Tenéis todas las respuestas; habéis resuelto todos los problemas; lo sabéis todo. ¡Así que no sirve de nada continuar hablando con vosotros!". Con un amargo sarcasmo les contesta que la explicación que ellos tienen con respecto a su sufrimiento es una equivocación. Resentido, les suplica abiertamente que comprendan. Les dice que no tiene ningún pecado que confesar, porque no es consciente de haber ofendido a Dios de ninguna manera. Es más, ya no puede creer en la justicia porque los argumentos de ellos, según los cuales los malos siempre sufren, no son ciertos, y les hace ver que son muchas las personas que son malvadas, notoriamente malvadas, y están prosperando y floreciendo, llevando una vida fácil, y no les está pasando nada horrible.
Además, les dice, no sabe qué más hacer, porque Dios no le escucha, y no tiene ni siquiera la oportunidad de exponer su caso ante Él, y se queja de que Dios se oculta de él y que no le puede hallar. Al final Job acaba chillando a estos amigos en su estado de confusión, de perplejidad, de ira, de dolor y de frustración. Dice que teme a ese Dios, que no es el Dios que él ha conocido. No sabe lo que le ha pasado a ese querido y antiguo amigo en el que siempre podía confiar. Se ha producido un sorprendente cambio en la actitud adoptada por Job, ahora que le están pasando todas estas cosas tan espantosas, y ya no sabe qué pensar ni qué decir.
Lo glorioso acerca de este amado hombre es que a lo largo de todo el libro es completa y absolutamente honesto. Confuso, perplejo y desconcertado por lo que le está pasando, sencillamente expresa sus pensamientos y se niega a admitir aquellas cosas que no puede aceptar: "¡Todas estas respuestas oportunas no ayudan para nada!". En su desesperación, expresa de diversas maneras el clamor definitivo del espíritu humano. De este discurso de Job surgen algunos versículos maravillosos. Habiendo desnudado su alma, clama una y otra vez, expresando las más profundas expresiones del corazón humano. En el capítulo 9, dice acerca de Dios:
"Él no es un hombre como yo, para que yo le replique y comparezcamos juntos en un juicio". (Job 9:32)
En hebreo lo que dice es literalmente:
"Ojalá hubiese un árbitro entre nosotros; ojalá que hubiese un mediador entre nosotros que pudiera poner su mano sobre ambos". (Job 9:32-33)
Ese es el clamor de un corazón que reconoce que Dios es superior, más grande, más rico y más santo que el hombre, y que al hombre le es imposible alcanzarle. Es el clamor que pide un mediador que se coloque entre ambos.
Y en el capítulo 14 encontramos otra expresión del corazón fiel de este hombre:
"El hombre que muere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi vida esperaré, hasta que llegue mi liberación". (Job 14:14)
"¡Si supiese que después de morir volvería a vivir de nuevo, esperaría de buena gana hasta ese momento para presentar mi caso ante Dios!" "Si el hombre muere, ¿volverá a vivir?" Esta gran interrogante es la pregunta que se han hecho tantos y que brota de lo más hondo de la soledad y el sufrimiento experimentado por este hombre.
En el capítulo 16, Job clama:
"En los cielos está mi testigo y mi testimonio en las alturas". (Job 16:19)
Un poco antes había pedido un mediador: "¡Oh, si hubiera un árbitro entre nosotros para que mediase entre Dios y yo!". Y ahora dice, por causa de su desesperación: "Ahora me doy cuenta de que el único que puede argumentar mi caso adecuadamente por mí es Dios mismo. Si cualquier causa mía ha de tener una justa representación ante Dios, será el mismo Dios quien tenga que hacerlo".
En el capítulo 19 nos encontramos con otro clamor angustioso, en la que queda patente esta nota de tremenda intensidad:
"¡¡Quién diera ahora que mis palabras fuesen escritas! ¡Quién diera que se escribiesen en un libro, o que con cincel de hierro y con plomo fueran esculpidas en piedra para siempre!". (Job 19:23-24)
Está oración se hizo realidad en la constancia que ha quedado en el libro de Job. Entonces brilla, por fin, un rayo de luz en medio de las tinieblas:
"Pero yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre el polvo, y que después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios". (Job 19:25-26)
De la más sombría y profunda angustia que siente este hombre surge este clamor, que encuentra su cumplimiento en la venida de Jesucristo, que vino como mediador. Vino para asegurar al hombre que habría de vivir de nuevo, para colocarse entre el hombre y Dios. Vino en Su propia carne a la tierra para que el hombre pudiera verle cara a cara.
Ahora viene el golpe final para Job, después de que sus supuestos amigos han tenido la oportunidad de meterse con él, de derrotarle con sus argumentos, metiéndose con él una y otra vez, como si le hubieran pegado con un palo. El pobre Job, herido, derrotado, desconcertado, perplejo y confuso, se reúne con un hombre joven que durante todo ese tiempo ha estado presente, pero que únicamente ahora aparece en escena. Se llama Eliú. Hablando en nombre de la juventud, se levanta y dice: "Estáis todos equivocados. Vosotros, los amigos de Job, estáis equivocados, porque le acusáis injustamente, y también lo está Job por echarle a Dios la culpa de sus dificultades. Está acusando a Dios con el fin de exonerarse a sí mismo. Eliú pone de manifiesto la debilidad de ambos argumentos, pero sigue sin ofrecer nada positivo que responda a la pregunta de por qué se ha producido la desgracia de Job.
Pero de repente el Señor mismo responde a Job. En una furia como un torbellino llega a él y le dice: "¿Job, quieres discutir? Has estado diciendo que quieres algunas respuestas a tus preguntas, que me he estado ocultando y que no he querido discutir contigo. ¿Quieres argumentar tu caso? Está bien. Primero permíteme poner a prueba tu capacidad. Tengo aquí una lista de cuarenta preguntas que me gustaría hacerte, para ver si estás capacitado para entender los problemas. Estos son problemas muy sencillos, preguntas muy fáciles, y si puedes responder a estos conceptos rudimentarios, entonces tal vez puedas discutir conmigo las cuestiones que tienes en tu corazón".
En los capítulo 38 a 40, nos encontramos con los más asombrosos pasajes de toda la Biblia. Dios lleva a Job en una gira por la naturaleza y le hace una pregunta tras otra acerca de la capacidad de Job para tratar este o el otro tema de la naturaleza. Estos capítulos nos muestran gradualmente una imagen de un universo inmensamente complejo e intrincadamente entrelazado, siendo preciso poseer una mente sobrehumana para dirigir estas actividades, para mantener el equilibrio y para responder a todos los interrogantes que le está pidiendo el Señor a Job que responda.
Al final de la abrumadora muestra de la sabiduría de Dios, Job cae sobre su rostro y le dice:
"De oídas te conocía, mas ahora mis ojos te ven. Por eso y me aborresco y me arrepiento en polvo y ceniza". (Job 42:5-6)
El argumento esencial de Dios es que la vida es demasiado compleja como para hallar respuestas sencillas. Si usted exige que Dios le dé respuestas fáciles a problemas sumamente complicados, le está pidiendo que haga más de lo que puede usted entender. Él está diciendo sencillamente que solo Dios puede tratar adecuadamente las respuestas a esta clase de interrogantes. Por lo tanto, el hombre ha de adoptar la postura de confiar en Él y no discutir con Dios, que ha mostrado de la manera más asombrosa Su habilidad para resolver estas complicadas situaciones al mismo tiempo que mantiene la vida humana y la vida del mundo entero, con todas sus tremendamente involucradas complejidades, en un equilibro precioso. Si usted entiende esto realmente, es preciso que deposite usted su confianza en Dios para que Él resuelva los complejos problemas de la vida.
Job, abrumado por el inmenso poder, la sabiduría y la majestad de Dios, cae sobre su rostro, se arrepiente, y aprende la lección que Dios quiere que aprenda. Solo Dios tiene derecho a usar al hombre para llevar a cabo los propósitos que Él desee. En otras palabras, Dios no existe para el hombre, sino éste para Dios; y Dios no es un botones de hotel glorificado al que le podemos chasquear los dedos y que venga corriendo a preguntar: "¿Puedo tomar nota de su pedido?". Somos nosotros los que existimos para Él.
Nosotros somos los instrumentos de Dios para que Él pueda llevar a cabo Sus propósitos, algunos de los cuales son tan tremendamente complicados que no podemos ni mucho menos entenderlos. Hay muchas interrogantes que no pueden ser sencillamente contestadas, porque nuestra máquina calculadora no es adecuada para entenderlo.
La última parte del libro es una preciosa imagen de lo que Santiago llama las tiernas misericordias de Dios con Job (Santiago 5:11). Dios le dice a Job: "Ahora quiero que ores por tus amigos, estos tres buenos hombres, tan obstinados, tan seguros de tener todas las respuestas, con tan buenas intenciones, tan sinceros y dedicados, pero que han metido la pata hasta el fondo. Ora por ellos, Job".
Entonces Dios le dijo a Job: "¿Cuántas ovejas tenías?", a lo que Job le contestó: "Siete mil". Dios le dijo: "Está bien; te daré catorce mil. ¿Cuántos bueyes tenías?". Y Job respondió: "Quinientos". Dios le contestó: "Te daré mil. ¿Cuántos camellos tenías?". "Tres mil", le contesta Job. "Está bien, Job; tendrás seis mil camellos. ¿Cuántos hijos e hijas?". "Siete hijos y tres hijas". "Está bien, pues tendrás otros siete hijos y otras tres hijas. El doble. Siete hijos y tres hijas en gloria, y siete hijos y tres hijas en la tierra". Dios le restableció el doble a Job, y vivió el resto de su vida recibiendo bendición y felicidad. El relato termina con las palabras:
Job murió muy anciano, colmado de días. (Job 42:17)
Lo asombroso de este libro es la respuesta que se nos da: el hecho de que el telón de fondo del sufrimiento humano es el antiguo conflicto del desafío de Satanás frente al justo gobierno del universo por parte de Dios. A Job no se le da nunca esta respuesta, al menos no en vida. Al principio del libro, encontramos a Dios, a Satanás y a Job. Al final del libro, Satanás ha desaparecido de la escena por completo, y Dios se encuentra ante Job con los brazos abiertos de par en par, diciendo: "Está bien, yo soy el responsable. ¿Tienes algo que preguntar?". La gran lección que encierra este libro es que hay momentos en los que no es posible presentarnos el cuadro completo. Hay momentos en los que Dios no puede explicarnos la vida de manera adecuada, y hay ocasiones en las que tenemos que confiar en que no todo el sufrimiento tiene lugar porque somos malos, sino porque puede además convertirse a la postre en una fuente de un bien final. La nota más profunda del libro suena cuando, en la aflicción que siente en su corazón, pero al mismo tiempo con el Espíritu de Dios en su interior animándole a mantener la fe en medio de la confusa y perpleja situación, Job dice:
"Mas él conoce mi camino: si me prueba, saldré como el oro". (Job 23:10)
Esa es la lección de este libro. La vida es demasiado complicada para que nos enfrentemos solos con ella. Se vuelve tan complicada que en ocasiones no podemos ni siquiera dar algunas de las respuestas, pero Dios está diciendo: "Si echas un vistazo a todos los problemas que no hago más que resolver a lo más sencillos niveles de la vida y que incluso entonces están por encima de tu habilidad para resolverlos, ¿no puedes confiar en que también podré resolverte este?". Pablo se regocija en Romanos, diciendo: "Sabemos... que a los que aman a Dios, todas las cosas ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Romanos 8:28).
Oración
Padre nuestro, te damos gracias por permitirnos ver de este modo lo que Job sentía en su corazón. Gracias por haber dejado constancia para nosotros de las luchas con las que se tuvo que enfrentar este hombre al expresar sincera, abierta y honestamente sus dudas, por sacar a la luz sus agravios y las quejas que te presenta. Señor, nos oímos a nosotros mismos clamar a gritos a Ti en nuestro fastidioso mal genio, echándote la culpa de nuestras circunstancias, no estando dispuestos a creer que tienes un propósito tras estos problemas y que Tú puedes resolverlos. Señor, enséñanos a descansar en Ti mediante la importante y maravillosa revelación de que en todas las circunstancias tenemos el privilegio de ser instrumentos para obtener la victoria sobre el enemigo de los hombres, a fin de demostrar de una vez para siempre que la única vida que vale la pena vivir es una vida de fe. Lo pedimos en Tu nombre. Amén.