Supongo que uno de los más controvertidos movimientos que existe actualmente en la iglesia es lo que se llama el movimiento carismático. No me gusta usar la palabra "carismático" para un movimiento que enfatiza sólo uno o dos de los dones del Espíritu, porque todos los dones del Espíritu son carismáticos. En 1ª de Corintios 12, el apóstol dice claramente que todo cristiano posee uno o más dones carismáticos. Preferiría llamar a este grupo que observamos actualmente en la iglesia el movimiento pentecostal, o tal vez, para ser más exacto, el movimiento glosolalia. El término "glosolalia" procede del griego (glossa, la lengua, y lalia, hablar) y es el término más exacto para definir a este grupo porque enfatiza el hablar en lenguas. Este movimiento se basa en gran medida en los versículos finales del evangelio de Marcos para encontrar apoyo bíblico a sus opiniones. Estos versículos se refieren a las señales que acompañan a los que creen: echar a los demonios, hablar en nuevas lenguas, sanar a los enfermos, agarrar serpientes, beber veneno, etc. Este es un pasaje que deseamos examinar con todo cuidado.
Sin embargo, quiero comenzar recordándoles que durante la última Pascua prediqué sobre el pasaje de la resurrección de Marcos 16:1-8, así que ya se ha enseñado ese pasaje. Seguimos con el pasaje de Marcos 16:9-20, que concluye el capítulo. En algunas versiones, especialmente en la RSV (en inglés), encontramos estos versículos como notas al pie de página. Esto se debe a que muchos eruditos dudan de si estos versículos pertenecen efectivamente al evangelio de Marcos. Es verdad que los mejores manuscritos griegos no contienen estos doce versículos, pero también es cierto que la gran mayoría de los manuscritos griegos que tenemos en la actualidad sí que contienen estos versículos. Y también es verdad que dos de los primeros padres de la iglesia, que escribieron a principios del segundo siglo, citan de este pasaje. Así que está claro que desde el principio mismo la iglesia ha aceptado estos doce versículos como exactos, a pesar de que es posible que no procedan de la mano de Marcos.
En este pasaje encontramos un cambio inmediato en relación con el resto del evangelio: no se encuentra en forma narrativa. Hasta este punto, Marcos ha estado narrando en secuencia los acontecimientos que le sucedieron a Jesús, trayéndonos hasta estos sucesos conmovedores de la crucifixión y de la resurrección. Sin embargo, esta última sección no narra sucesos. Resume en corto orden los acontecimientos que tuvieron lugar durante un período de unos cuarenta días, y ese cambio a una forma de resumen indica, de hecho, que tal vez fuese escrito por otra persona que no fuese Marcos.
La clave de este pasaje es la palabra "creer". El énfasis concuerda con el enfoque del evangelio de Marcos, porque este evangelio no presenta el cristianismo sencillamente como una historia bonita, como un relato fascinante de los sucesos que tuvieron lugar durante el primer siglo. Enfatiza el hecho de que la muerte y la resurrección de Cristo es algo en lo que hay que creer, y su propósito es cambiar nuestras vidas. Al actuar conforme a lo que creemos, se produce el cambio en nosotros. Lo que aquí se enfatiza es la creencia de estos apóstoles, a los que Jesús iba a enviar a todo el mundo con esa gran historia.
Si quiere usted una división sencilla del pasaje, los primeros versículos, del 9 al 14, tratan acerca de la base de la creencia apostólica; los versículos 15 y 16, con la predicación apostólica, y el resto del pasaje, los versículos 16 al 20, con la confirmación del testimonio apostólico.
Veamos lo que dicen los versículos 9 al 14 y examinemos la base de la creencia apostólica.
Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios. Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él, los cuales estaban tristes y llorando. Ellos, cuando oyeron que vivía y que había sido visto por ella, no lo creyeron. (Marcos 16:9-11)
De inmediato, el escritor subraya el hecho de que estos discípulos, al oír acerca de la experiencia de María con Jesús, no la creyeron. Recuerde que las mujeres habían ido al sepulcro muy temprano, al amanecer, y se habían encontrado con que la piedra había sido removida, y vieron al ángel. El ángel les dijo lo que había sucedido. "Ha resucitado", les dijo. Pero entonces no vieron a Jesús. María Magdalena, según el relato de Juan, iba delante de los demás y, viendo el sepulcro vacío, salió corriendo para decírselo de inmediato a Pedro y a Juan. Es evidente que no oyó la explicación del ángel. Tanto Pedro como Juan salieron corriendo hacia el sepulcro.
Pedro entró y vio los lienzos mortuorios colocados aún como si estuviesen alrededor del cuerpo, y el lienzo que había estado alrededor de la cabeza de Jesús estaba doblado y colocado a un lado. Esto convenció a Pedro y a Juan de que, efectivamente, Jesús había resucitado, pero no le habían visto todavía. María Magdalena regresó más despacio al sepulcro y, nos dice Juan, al llorar en el huerto y ver al que ella creía que era el hortelano, le preguntó dónde habían puesto el cuerpo de Jesús. Él pronunció el nombre de ella, y entonces supo que era Jesús y, agarrándose a Sus pies, le adoró. Esta era la primera aparición del Señor resucitado a un discípulo. A la primera que se le presentó, nos dice Marcos, fue a María Magdalena, que salió corriendo para contárselo a los discípulos. Pero Marcos nos dice que cuando María les dijo que Jesús estaba vivo y que ella le había visto, que realmente le había visto, no la creyeron.
En el versículo 12, Jesús se les aparece a dos de los discípulos.
Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que iban caminando hacia el campo. Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos les creyeron. (Marcos 16:12-13)
Aquí tenemos el relato que nos ofrece Lucas acerca de los dos discípulos que se encontraban caminando a unas once millas de distancia del pequeño pueblo de Emaús. Jesús se apareció con "otra forma", nos explica Marcos, y no le conocieron. En este caso mantuvo una larga conversación y, según iban caminando, empezó a hablarles de Moisés y de los profetas, y les mostró todas las cosas que estaban relacionadas con el Mesías. Pero al sentarse a la mesa con Él vieron Sus manos al partir Jesús el pan, y entonces le reconocieron como el Señor crucificado, y a continuación desapareció.
Los dos discípulos regresaron a Jerusalén de inmediato y les contaron a los once lo que habían visto, pero, en el versículo 14, Marcos dice que los once no les creyeron.
Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. (Marcos 16:14)
Es evidente que Marcos quiere que entendamos el ambiente de persistente y tozuda incredulidad que reinaba entre los discípulos después de la resurrección. Les costaba trabajo aceptar aquel hecho asombroso, aceptar que Aquel al que habían visto crucificado hubiese resucitado y se encontrase de nuevo entre ellos. Lo significativo aquí es que el mismo Jesús esperaba que los once creyesen antes de haberle visto. Quería y esperaba que creyesen en los informes de los testigos que le habían visto. Eran personas dignas de confianza y estaban informando lo que ellos mismos habían experimentado, y eso debería haber sido suficiente para convencer a estos discípulos de que Jesús había resucitado de entre los muertos. Está tan molesto por ello que les reprende. Como lo hiciera en Sus días en la carne, ahora Él, como el Señor resucitado, les reprende por su incredulidad. Les echa una bronca por negarse a creer a aquellos que le habían visto. Vemos la importancia que concede a este tema de creer a los testigos. El evangelio de Juan nos dice que, una semana después, Jesús se les apareció cuando Tomás, que no había estado con ellos cuando apareció por primera vez, estaba presente. Jesús invita a Tomás a examinarle, a tocar con su mano el costado de Jesús y a tocar las cicatrices dejadas por los clavos en Sus manos y en Sus pies. Tomás lo hizo y cayó a Sus pies llorando y diciendo: "¡Señor mío y Dios mío!" (Juan 20:28b). Jesús le dijo: "Porque me has visto, Tomás, creíste; ¡bienaventurados los que no vieron y creyeron!" (Juan 20:29). Años después, cuando Pedro está escribiendo sus epístolas a los cristianos, les dice: "Vosotros, que lo amáis sin haberlo visto, creyendo en él aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso" (1 Pedro 1:8).
Hay algo que está perfectamente claro, basándonos en este relato de Marcos. Cuando nos encontramos con testigos dignos de confianza, que nos informan de lo que han visto, se espera que reaccionemos creyéndoles. Estos hombres habían visto al Señor resucitado. Se les había concedido un privilegio que a nosotros no nos ha sido concedido; pero, sin embargo, nuestra fe puede descansar sobre un fundamento sólido. Aunque no le hemos visto, creemos, gracias a los relatos que nos ofrecen aquí los testigos. Recordemos ahora la lucha que tienen los discípulos para creer en la resurrección, porque ese es el ambiente sobre el cual el resto de este pasaje, que trata acerca de las señales que se producen a continuación, nos ha sido dado.
Después de reprender a los discípulos, Jesús les da un mandamiento, en el versículo 15:
Y les dijo: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea, será condenado". (Marcos 16:15-16)
Sorprendentemente, los traductores de este pasaje siempre lo han tratado como si Jesús estuviese enfatizando la palabra "id", pero no es ese el mandamiento central que dio a estos discípulos. Tanto en el caso de Mateo como en el de Marcos, donde tenemos la gran comisión, lo que deberíamos enfatizar es "predicad", porque ese es el mandamiento. Deberíamos leerlo de este modo: "Mientras vais por todo el mundo (algo que se da por hecho), predicad las buenas nuevas a toda la creación". El Señor da por sentado que, al crecer y desarrollarse la iglesia, las buenas nuevas se extenderán por todo el mundo, por lo que es justo que pensemos de qué modo podemos alcanzar al mundo entero. No estoy restando importancia al énfasis de las misiones, ni mucho menos, pero quiero dejar claro que las instrucciones que dio nuestro Señor son que mientras vamos, hemos de predicar y hemos de contar las buenas nuevas.
Las buenas nuevas son, evidentemente, la muerte y la resurrección de Jesús mismo. Nada puede estar más claro que eso. La buena noticia no es que Jesús viniese al mundo; la buena noticia es que murió y resucitó de nuevo. La implicación de esos acontecimientos y de lo que significan para nosotros, ¡son las buenas nuevas! Porque en la muerte de Jesús tenemos la solución al terrible problema de la maldad de la humanidad, a la fuerza que se apodera de nosotros y destruye todas nuestras buenas intenciones. Esa fuerza queda por fin destruida, anulada por la muerte de Jesús. La implicación de la resurrección es que Jesús mismo, el mismo Jesús que vivió, que habló y que manifestó Su vida y Su poder en las colinas de Judea y de Galilea, ese mismo Jesús vive ahora en nosotros y está a nuestra disposición. El vivirá una vez más esa nueva vida, en términos de nuestras circunstancias, justo donde nos encontremos.
Esas son las increíbles buenas noticias del evangelio. No se menciona el hecho que al morir iremos al cielo. Eso forma parte de las buenas nuevas, y no quiero que haya ningún malentendido al respecto, pero, casi de manera invariable, al hablar acerca de las buenas noticias, la gente se cree que estamos hablando del cielo. Creen que es alguna manera de eludir la muerte. El cielo no es la buena noticia, sino que es el resultado de esa buena noticia. ¡Las buenas noticias son que el poder del mal en su vida y en la mía puede ser derrotado! Ya no se apoderará de nosotros y arruinará todo lo que intentemos hacer. Ha sido quebrantado por el poder de la resurrección de Jesús. El mismo Señor vivo mora en nosotros y nos imparte el poder para actuar. Esas son las buenas nuevas, y eso es lo que deberíamos estar contando a todo el mundo.
La semana pasada, durante el Congreso sobre la Familia, celebrado en St. Louis, Missouri, la mayoría de los oradores hablaron acerca de la liberación y la libertad que se produce cuando una familia comienza a experimentar el poder del Señor resucitado, pero algunos oradores no fueron demasiado claros al respecto, y lo expresaron de un modo muy confuso. Una mujer, dirigiéndose al Congreso, dijo que al reunirse los cristianos primitivos alrededor de Jesús, les enseñó cómo amarse los unos a los otros. Luego, continuó diciendo, los discípulos empezaron a enseñar a otros cómo amar, y de ese modo la causa cristiana se extendió por todo el mundo, enseñando a las gentes cómo ser una comunidad en la que se practica el amor. No se mencionó para nada ni la muerte ni la resurrección de Jesús, y eso no son más que paparruchas. El cristianismo sin la muerte y la resurrección de Jesús no es más que una bazofia que se entrega a la gente como una especie de enseñanza moral, que les resulta imposible seguir y que es, por lo tanto, inútil.
Mark Twain acostumbraba a decir: "Lo que me preocupa no son las partes de la Biblia que no entiendo; son las que entiendo". Los hombres no necesitan que les digan lo que deben hacer; lo que necesitan es cambiar, ser transformados desde lo más hondo de su ser, para que puedan hacer lo que ya saben que está bien.
Y eso es lo que llaman las Escrituras la salvación. Por eso es por lo que Jesús dijo: "El que crea (en las buenas nuevas) y es bautizado será salvo; pero el que no crea, será condenado".
Hay algunas personas que se muestran evasivas ante la palabra "bautismo". En la actualidad existen grupos que toman esta palabra, la llevan a extremos exagerados y dicen que es necesario no sólo creer, sino ser bautizados. Dicen que si una persona cree y no ha sido bautizada, no será nunca salva. Tal exageración es, como es natural, algo que no tiene el apoyo del resto de las Escrituras. Lo que Jesús quiere decir es que la fe debe ser auténtica, y la realidad de esa convicción interior debe demostrarse mediante la acción externa del bautismo. Sólo la creencia que nos cambia y hace que actuemos es una fe verdadera, y la manera como podemos demostrarlo es siendo bautizados. Pero eso no añade a lo que la fe misma ha conseguido; sólo lo demuestra. Si por algún motivo usted no puede ser bautizado, eso no afecta para nada a la salvación. Dios conoce y lee el corazón, pero la fe corriente se traduce en acción por medio de este ritual, que tiene como propósito expresar la fe en Jesucristo, y dice, en términos muy elocuentes, que hemos pasado por la muerte y hemos resucitado de nuevo para caminar en novedad de vida.
Me he encontrado además con personas a las que les disgusta el término "salvo", porque hace que se sientan incómodas. Bueno, eso lo entiendo. En ocasiones también yo me he sentido incómodo cuando una persona ha usado dicho término. El que alguien se te acerque apresuradamente, te agarre por la solapa y te diga: "Hermano, ¿es usted salvo?" es algo que siempre me desagrada profundamente. No es tanto el término, sino la manera de usarlo el que hace que las personas se desanimen. Pero creo que está claro que las personas que se encuentran ante una lucha por causa de esta palabra no han entendido realmente nunca el estado de desesperación de la humanidad. El momento en que empezamos a ver lo absolutamente faltos de esperanza y lo impotentes que somos para cambiar nuestra manera de vivir, para ser aceptables a Dios aparte de la obra de Jesucristo, entenderemos lo que quiere decir ser "salvos". Y cuando le suceda a usted, se dará cuenta de que es la única palabra que se puede utilizar, que la humanidad es realmente como un hombre que se está ahogando, que no tiene esperanza y se encuentra impotente, a menos que alguien le rescate. Como alguien lo ha expresado muy bien:
Tu mejor solución debe ser totalmente descartada,
tus más elevadas ambiciones eliminadas;
no necesitas nunca pensar en ser salva
hasta que no hayas descubierto que estás perdida.
Cuando llegue usted al punto en que se dé cuenta de lo impotente que se encuentra, entonces esta palabra de liberación llegará con un gran poder, emocionante y lleno de esperanza: "Cree y sé salvo".
Debido a que la salvación es algo que reduce al hombre a no tener nada que ofrecerle a Dios, luchamos con ella. Eso no nos gusta, por lo que con frecuencia se encuentra con resistencia, siendo atacada y ridiculizada. Esto será especialmente cierto en lo que se refiere a la resurrección de Jesús, sobre la cual descansa nuestra fe. Ninguna parte del cristianismo se ha visto jamás sometida a un ridículo tan espantoso, a un ataque más inteligente, como la resurrección. En todas las generaciones se ha visto atacada, porque, como dijo Pablo: "y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana" (1 Corintios 15:17a). Y por ello, por ser la clave del cristianismo, la resurrección se encuentra bajo un severo ataque. En todas las generaciones se hacen esfuerzos por explicarla mediante términos naturales.
Sabiendo la presión que iría contra estos apóstoles para que negasen este acontecimiento sobrenatural, nuestro Señor les da ahora ciertas señales que les acompañarán y les animarán en la predicación del evangelio. Este ambiente de incredulidad es el medio en el que Jesús promete estas señales en el versículo 17:
"Estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas, tomarán serpientes en las manos y, aunque beban cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán". (Marcos 16:17-18)
Es fácil leer esto como si Jesús quisiera decir que estas señales acompañarán a todo el que crea y predique el evangelio. Por desgracia, el texto causa la impresión de que es de ese modo, y así es como ha sido entendido por muchos este pasaje. Al ir predicando el evangelio, estas señales inmediatamente confirmarán que la fe de los que creen es genuina, pero lo asombroso es que durante veinte siglos millones de personas se han convertido y han creído en el evangelio, y no ha aparecido ninguna de estas señales.
En ciertos casos se han hecho afirmaciones de que se han manifestado estas señales, pero si es esto lo que quieren decir estas palabras, las señales estarían por todas partes. Cada vez que una persona se hiciera cristiana, se manifestarían algunas de estas señales. Por lo tanto, debieran ser el acontecimiento más corriente en toda la cristiandad. Pero la verdad es que son bastante excepcionales, si es que se ven en alguna ocasión.
¿Qué quiere decir esto entonces? Bueno, quiere decir, como es lógico, que hemos malinterpretado este pasaje, si lo leemos de esta manera, porque no encaja exactamente con lo que Dios hace en realidad.
Creo que existe una solución bastante sencilla al problema. Si volvemos a colocar el pasaje en su contexto, en términos del ambiente de incredulidad que prevalecía entre estos discípulos al llegarles la noticia de que se había producido la resurrección, vemos que Jesús está dirigiendo estas palabras, no a los que creen en el evangelio, sino a estos discípulos que creían o no creían en la resurrección. Cuando les dice: "Estas señales seguirán a los que creen", está hablando acerca de los discípulos. Creo que podemos incluso insertar estas palabras: "aquellos de entre vosotros que creen", sin violentar el texto. Jesús les está diciendo a estos discípulos: "Id ahora y predicad a toda la creación, y, para que os sintáis animados frente a la hostilidad con la que os vais a tener que enfrentar, os acompañarán ciertas señales que sólo Dios podría hacer". Les daría poder para librar de los demonios, poder para librar de las influencias demoníacas y para alabar a Dios en un lenguaje nuevo.
El hablar en "nuevas lenguas" es hablar en un idioma que no se ha aprendido. Se concedería a los discípulos esta habilidad como medio de alabar a Dios. Pablo mismo nos dice, en 1ª de Corintios 12, que el que habla en una de estas lenguas no habla al hombre. No entiendo por qué es tan difícil para nosotros aceptar ese hecho. En todas partes las personas consideran las lenguas como un medio para hablar a los hombres, para predicar el evangelio, o para transmitir mensajes o profetizar acontecimientos. Y, sin embargo, Pablo dice que cuando una persona habla en lenguas no está hablando a los hombres, sino a Dios. Sigue explicando que cuando se habla en lenguas es un acto de alabanza y de gratitud a Dios por las magnificas obras que Él realiza entre los hombres, como una señal para los que no creen. Recordará usted que estas dos cosas son fuertemente subrayadas en la manera tan fuerte que tiene Pablo de tratar el tema en 1ª de Corintios 14. Las "nuevas lenguas" no se hablan a los hombres, sino a Dios. Y no es para los creyentes; es una señal frente a los que no creen. Por lo que estos discípulos fueron enviados con esta señal. No creo que esta señal se limitase a los apóstoles, porque otros recibieron también este don.
Es más, los discípulos tendrían el poder como para poder sobrevivir a los ataques físicos sobre sus vidas. Si les mordía una serpiente venenosa, no morirían. Si bebían veneno accidentalmente, no morirían. Tendrían el poder para sobrevivir, a fin de que el evangelio pudiese ser proclamado. Esta sería una de las señales que les fue dada para concederles autenticidad.
Como ve usted, esto nada tiene que ver con las prácticas llevadas a cabo por ciertas personas de las montañas de Kentucky, que agarran serpientes cascabel con sus manos y beben estricnina, como evidencia de su fe. De hecho, si se investigan estos hechos, se encontrará usted con que eso no es otra cosa que afirmar una falta de fe por su parte, porque, de vez en cuando, uno o más de ellos muere como resultado de haber sido mordido por una serpiente cascabel o por haber bebido veneno. No es esto a lo que se está refiriendo el evangelio.
La cuarta señal es el poder para sanar, para imponer las manos a los enfermos para que se recuperen. Esta debía ser la norma invariable, y no debía haber un porcentaje de casos. Los discípulos ponían las manos sobre los enfermos, y se recuperaba el cien por ciento de aquellos sobre los cuales habían impuesto sus manos. Una vez más, puede usted darse cuenta de lo diferente que es eso de lo que estamos viendo actualmente como "cultos de sanidades", que afirman cumplir esto.
Ahora bien, el apóstol Pablo hacía todas estas cosas. Echaba a los demonios en el nombre del Señor Jesús, hablaba en nuevas lenguas más que el resto de ellos juntos, nos dice, como alabanza y acciones de gracias a Dios. Creo que lo hacía en la sinagoga, y no era una práctica privada que realizase en su casa. Cuando fue mordido accidentalmente por una serpiente venenosa, tal y como se nos dice en el último capítulo de Hechos, se la quitó de encima junto a la hoguera, sin sufrir daño alguno, ante el asombro de todos los que le observaron. Tenía poder para poner sus manos sobre los enfermos, y eran sanados, cosa que hizo una y otra vez. Eso es lo que quiere decir cuando escribe en 2ª de Corintios 12:12: "Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, señales, prodigios y milagros".
Por lo tanto, estas son las señales de un apóstol. Eran señales de autenticación y que debían acompañar a aquellos que primeramente salieron con el evangelio a un mundo incrédulo y hostil. Creo que esto lo confirma el párrafo final:
Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos (los discípulos), saliendo, predicaron en todas partes, ayudándolos el Señor y confirmando la palabra con las señales que la acompañaban. Amén. (Marcos 16:19-20)
De este modo fue autenticado su ministerio, y fue algo que estimuló la fe de ellos. Tenemos otra referencia a este hecho en la epístola a los hebreos, donde, en el capítulo 2, el escritor nos recuerda:
¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales, prodigios, diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad. (Hebreos 2:3-4)
De manera que Marcos concluye su evangelio con el Señor en el cielo, no en alguna parte lejana del espacio, sino en las dimensiones invisibles de la vida justo aquí entre nosotros, viviendo como Señor en medio de Su iglesia, dirigiendo Sus acontecimientos, planeando Su estrategia, llevándola hasta los lugares más remotos del mundo. Y los apóstoles, dispersos por todo el mundo conocido en aquellos tiempos, predicaron estas buenas nuevas, siendo su testimonio confirmado por medio de estas grandes señales. De este modo, pusieron el fundamento del gran edificio al que Pablo llama la iglesia, el cuerpo de Cristo, que ha venido creciendo durante todos estos siglos desde entonces. Recuerde cómo, en Efesios 2, Pablo dice que el fundamento fue puesto por los apóstoles y los profetas, siendo Jesucristo mismo la principal piedra del ángulo, sobre el cual habría de crecer todo el edificio (y ha estado creciendo durante estos veinte siglos), convirtiéndose en habitación de Dios por medio del Espíritu. Ese fundamento fue puesto por aquellos apóstoles, que nos hablan a nosotros la verdad acerca de Jesús.
Cuando oye usted hoy todas estas afirmaciones, ¿se siente usted tentado a decir, como me siento yo: "que por favor se ponga en pie el verdadero Jesús"? Lo hace en estas Escrituras. El verdadero Jesús es el Jesús apostólico, Aquel acerca del cual dieron testimonio los apóstoles. Y ese ministerio fue subrayado y confirmado por estas señales que les acompañaron en su ministerio, para que nosotros pudiéramos saber que lo que ellos dijeron es la verdad. Que el Señor nos conceda que nuestra labor descanse sobre este gran fundamento que ya ha sido puesto y que ningún hombre puede reemplazar. Proclamemos las buenas nuevas de Jesucristo, vivo, vital, dispuesto a vivir en aquellos hombres y mujeres que han sido hechos libres, cuyas vidas han sido transformadas, guiándonos a la libertad, porque de eso es de lo que trata todo el evangelio.
Oración
Te damos gracias, nuestro Padre celestial, por esas maravillosas y buenas noticias de que Jesucristo no está muerto, sino vivo, y porque vive en nuestros corazones y tiene el poder para romper las cadenas del pecado y la esclavitud del mal en nuestras vidas. Gracias, Padre, por los cambios que se producen como resultado de ello, por la diferencia que hace al entrar en los corazones de los hombres. Y gracias por estos apóstoles, por estos poderosos hombres que predicaron fielmente esta gran verdad, a pesar de la persecución y el ridículo, y que con claridad y exactitud nos transmitieron a nosotros los hechos sobre los que descansa nuestra fe. Te pedimos que seamos fieles como ellos y que depositemos nuestra fe en este testimonio invariable. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.