En la gran carta de Pablo a los Efesios, estamos intentando entender las realidades subyacentes de la vida y la fe. En las palabras iniciales del segundo capítulo examinamos la condición que yace detrás de todas las dificultades y problemas que tenemos en la vida, el estado en el cual toda la humanidad ha caído, y cómo de inútil es aparte de la obra redentora de Jesucristo.
Esta es una semana de elecciones, y una vez más estamos oyendo todas las promesas de los partidos políticos, cada uno diciendo que es la esperanza final para la redención aquí en los Estados Unidos, y si elegimos el candidato correcto, podemos contar con tener todos nuestros problemas económicos resueltos, todos nuestros conflictos internacionales resueltos, todos nuestros impuestos bajados, etc. Sin embargo, hemos oído todo esto muchas, muchas veces. Por experiencia sabemos que aunque está bien examinar los asuntos, aunque hay diferencias entre los candidatos, y aunque es perfectamente apropiado e importante que votemos, sin embargo, ningún partido político va a resolver los problemas. Van a permanecer con nosotros todavía, porque el problema es más profundo que la política.
Entonces examinamos lo que ocurre cuando un hombre o una mujer se vuelve a Jesucristo, la nueva condición que es introducida, absoluta y fundamentalmente diferente, y descrita para nosotros en estos términos: “… aun estando nosotros muertos en pecados, [Dios] nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos). Juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2:5-6). Intentamos entender lo que significa eso y lo esencial que es el acercarse a la vida sobre esa base. Ahora, comenzando con el versículo 7, examinamos más allá de nuestra presente experiencia el futuro que se extiende delante de nosotros. El apóstol dice que Dios ha hecho todo esto:
para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús, porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe, pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas. (Efesios 2:7-10)
Inmediatamente Pablo explora el propósito de Dios al redimir a la humanidad. ¿Por qué viene a nuestras vidas? ¿Por qué cambia la base fundamental de nuestra experiencia? ¿Por qué es que nos ha levantado con Cristo y nos ha hecho sentar juntamente con Él en los lugares celestiales? Bueno, su respuesta es que en los siglos venideros pueda mostrar las abundantes riquezas de Su gracia en Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. En otras palabras, el propósito de Dios al hacer todo esto es que pueda tener una vitrina en la cual Su propia gracia ―la gloria de Su carácter y ser― pueda resultar evidente. Ayer mi familia y yo fuimos al museo De Young en el parque Golden Gate de San Francisco. Con muchos otros ciudadanos de esta área, visitamos la exposicón de las pinturas de Norman Rockwell. Fue una experiencia encantadora. He disfrutado sus pinturas desde hace mucho tiempo, especialmente cuando aparecían en la cubierta del Saturday Evening Post durante tantos años. Muchos de los originales de esas cubiertas del Post estaban en esta exposición. Fue una rica muestra de la cultura americana expuesta frente a nosotros. Cada una de esas pinturas es una manifestación del talento del artista y de la habilidad de captar el humor de un momento, algún aspecto, alguna situación que evocara o un humor, o un sentido de nostalgia. Me paré frente a una pintura y me reí en voz alta, era tan graciosa. Otra casi me hizo llorar. Era una vívida muestra de la habilidad del artista de contribuir ricamente al disfrute de todos aquellos que vieron estas pinturas.
Este es exactamente el pensamiento que el apóstol tiene en mente aquí. Dios nos va a poner en exhibición, dice. Cada uno de nosotros será una vívida demostración de la gracia y la perfección del carácter de Dios. La gloria de Su Persona será visible en nosotros a lo largo de los siglos venideros, especialmente como se manifiesta, dice Pablo, en Su bondad hacia nosotros. Esto es lo que la hará resaltar y ser tan significativa para otra gente, la evidencia de la bondad de Dios hacia nosotros.
Si quieres saber más de en qué consiste Su bondad, solo necesitas tomar una concordancia y rastrear esta palabra por las Escrituras. Encontrarás, por ejemplo, que se utiliza para referirse a la bondad de Dios hacia nosotros como es reflejada en la vida natural. El capítulo catorce del libro de Hechos registra que el apóstol Pablo y su compañero Bernabé predicaron a la gente de Listra. Entre otras cosas, Pablo dijo estas palabras:
En las edades pasadas él ha dejado a todas las gentes andar por sus propios caminos; si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones. (Hechos 14:16-17)
Pronto será el día de Acción de Gracias. Espero que cada familia, y cada individuo, se pare y le dé gracias a Dios por Su bondad en la naturaleza, por la abundancia de Su provisión dada a nosotros en esta nación nuestra tan favorecida. Es justo que lo hagamos, porque es una señal de la bondad de Dios hacia nosotros. Pablo argumenta siguiendo esta línea en el segundo capítulo de Romanos. Le dice al mundo pagano: “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y generosidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?” (Romanos 2:4). O sea, todo está diseñado para hacerte pensar sobre el Dios que te ama lo bastante como para proveer tus necesidades y llenar tu vida con las riquezas de comida, refugio, ropa y todas las otras cosas que Dios nos ha dado. ¿Te paras a pensar de dónde vienen todas estas cosas, y quién es el que te da todas estas cosas? Esto es bellamente reflejado en el espíritu de ese primer día de Acción de Gracias, cuando los padres peregrinos se pararon a dar las gracias. Incluso en medio de la pobreza, la aflicción y las amenazas a sus mismas vidas, le dieron las gracias al Dios que les había bendecido ricamente.
Pero esta bondad no está relegada a las bendiciones naturales; es también redentora. Esta misma palabra aparece en la carta a Tito, donde Pablo dice: “Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor para con la humanidad, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:4-5). Todo esto tenía la intención de presentarnos la forma en la que Dios obra en nuestras vidas. ¿Alguna vez te paras a pensar sobre estas cosas más allá del día de Acción de Gracias? ¿Te despiertas cada mañana para dar gracias por la comida, la ropa, el refugio, y todas las otras cosas que Dios te ha dado? De acuerdo al apóstol todo esto acaba de comenzar; Dios acaba de comenzar a dar. Todavía no ha derramado sobre nosotros la cuantía completa en absoluto. Su programa, Pablo dice, es el manifestar en abundancia las riquezas de Su gracia y Su bondad hacia nosotros a lo largo de las edades venideras. Si lees ese pasaje así sin pararte a pensar un poco, te perderás el impacto completo de esta verdad. Deberías de reflexionar lo que significa eso. ¿Cuánto es una edad? Bueno, de acuerdo a las Escrituras, ha habido solo dos edades en la historia del hombre hasta ahora. Una era la edad desde Adán al diluvio de Noé. La otra es la edad desde el diluvio al día presente. Terminará con la vuelta del Señor Jesús, cuando otra edad comenzará. Pero de acuerdo a este pasaje en Efesios, Dios tiene en mente muchas edades todavía por venir. Notarás que la palabra está en plural: “en las edades venideras”. ¿Cuánto tiempo será eso? Bueno, ¿quién puede decir lo que hay en el corazón y la mente de Dios? Pero lo que sí nos declara el pasaje es que Dios tiene en mente muchas más extensas posibilidades en el futuro que cualquier cosa que podamos jamás soñar.
Ya hemos probado solo un mero “goteo” de esta gracia, sin embargo es tan rica y abundante que nos deja el entendimiento atónito cuando empezamos a caer en la cuenta de lo que ya tenemos. Y aquí Pablo está diciendo que crecerá más y más en el futuro, que en las edades venideras Dios demostrará Su bondad. Espero que esto te ayude a entender algo de esta grandeza majestuosa del Dios con quien tenemos una relación, el Dios que ya ha bendecido tan ricamente nuestras vidas. Si has experimentado algo de lo que significa ser vivificado en Cristo, el ser resucitado con Él, sabes lo rica que se ha vuelto ya tu vida. Pero ese es solo el comienzo. Ha de seguir en las edades venideras.
Esto es cierto no solo de Su bondad redentora, sino también de Su bondad natural. Siempre me quedo “atónito” cuando comienzo a pensar sobre todo esto. Son tan fantásticas en sus posibilidades que las Escrituras no nos dan más que unas breves claves sobre ello, no sea que nos quedemos tan inmersos que esto sea lo único en lo que pensemos. Pero hay ciertos pasajes en las Escrituras que indican algunas de las posibilidades que nos esperan en el ámbito de la naturaleza, en el mundo de la experiencia física: referencias a los nuevos cielos y la nueva tierra, a un cuerpo resucitado, equipado para cumplir las demandas del espíritu humano en formas que nunca hemos conocido o soñado anteriormente. Ciertos pasajes dispersos aquí y allá parecen presentarnos esto, para incitarnos con las grandes posibilidades que nos esperan en Jesucristo.
Siempre he estado interesado en la astronomía, y estoy fascinado al leer sobre los enormes telescopios como esos cerca de aquí en el monte Hamilton, o en Palomar Mountain en el sur de California. ¡Están fijados justo en frente de la ventana de la casa del Padre! Cuando miro a los cielos y pienso en los vastos confines del universo, las innumerables galaxias girantes que flotan en el espacio, me es inconcebible que Dios creara este extenso universo, utilizando una cantidad de material inconcebible en su inmensidad, sin el propósito de desarrollarlo más. Las Escrituras ciertamente sugieren que, en las edades venideras, nosotros que hemos encontrado a Jesucristo y estamos aprendiendo cómo operar de acuerdo a las formas que Dios mismo nos está enseñando ―aprendiendo a caminar y a vivir en fe y a operar dependiendo de Su vida― tendremos expuestas frente a nosotros fantásticas posibilidades de desarrollo. Quizás conquistaremos mundos quizás ya ocupados; ¿quién sabe? (Creo que las Escrituras indican que hay otros seres en el universo.) Pablo no nos lo detalla aquí, sino que indica que Dios tiene inmensas posibilidades para nosotros. En estas edades venideras, edad sobre edad, habrá una tremenda obra que hacer y un tremendo equipo con el que hacerlo. Dios estará constantemente incrementando la exhibición de Su bondad en nosotros.
Debo dejarlo ahí, pero sugiero que este concepto merece un considerable estudio. Una cosa que este pasaje sí deja claro revela en una perspectiva apropiada lo diminuto de nuestra presente experiencia. ¡Si tu pensamiento está limitado solo a la vida desde la matriz a la tumba, cuán breve es el periodo de vida que te ocupa, qué ridículas son las posibilidades en las que estás envuelto! Dios tiene perspectivas mucho más grandes por delante, y el creyente ha de elevar sus ojos de esta experiencia presente. Nuestra vida presente quizás no siempre sea lo que quisiéramos que fuera. De hecho, se nos garantiza que no lo será. Pero es meramente el principio, el comienzo hacia posibilidades inmensurables que se extienden más allá. La pequeña rima de Robert Browning toma un nuevo significado a luz de un pasaje como este. Dice:
Hazte viejo conmigo,
Lo mejor todavía ha de venir,
Lo último de la vida,
Para lo cual lo primero fue hecho.
Estamos aprendiendo ahora, en esta edad, para que podamos estar preparados para exhibir la grandeza de la gloria de Dios en las edades venideras. A continuación Pablo presenta la base para todo esto frente a nosotros de nuevo. Nunca nos deja olvidarnos del porqué y cómo esto puede ser:
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)
Esto es lo que lo hace todo posible. ¡Simplemente piensa en ello! Ya ha sido hecho. Fíjate en el tiempo del verbo: “sois salvos”. Esto se refiere a la triple relación presentada previamente en esta serie: Hemos sido vivificados con Cristo. Se nos ha dado una nueva identidad. Ya no somos lo que éramos en el pasado. Ya no estamos asociados con Adán; estamos en Cristo, y Cristo es nuestra vida. Nos enfrentamos a cada día, a cada momento, ya no como un hijo de la condición caída, sino como un hijo del Dios vivo. ¡No puedo recalcar bastante lo importante que es el acordarse de esto! Marcará toda la diferencia en el mundo si te acercas a la vida sintiéndote inadecuado, culpable, rechazado y solo, o si estás lleno de confianza, certidumbre, aceptación, amor y calidez. Marcará toda la diferencia del mundo en cuanto a cómo comienzas tu día, y cómo piensas de ti mismo frente a Dios. Esto es de una importancia tan vital porque la verdad es, como nos dicen los psicólogos, que si no te ves como una persona de valor, aceptado frente a Dios y de gran importancia para Él, entonces no puedes ver a ninguna otra persona de esa forma. Comenzarás a exigir resultados de otros para poder aceptarlos. No serás capaz de perdonar a otros. Estarás atrapado en una red de perfeccionismo en la cual estás constantemente sintiéndote culpable, porque no cumples tus propios ideales.
Lo que te libera de eso son los tremendos hechos presentados aquí. Tenemos una nueva identidad en Jesucristo, un nuevo poder. Somos resucitados juntamente con Él. Su poder está disponible para nosotros en la sencillez de las circunstancias ordinarias de nuestras vidas. Dios mismo está presente, y está emanando por medio de nosotros ―en formas que no podemos sentir pero que sin embargo son ciertas― Su vida, un sabor de los cielos sobre nuestra condición terrenal. Y podemos entrar en una nueva actitud. Estamos hechos para estar sentados juntamente con Él en los lugares celestiales en Cristo. O sea, hemos de descansar en Él, relajarnos y dejarle llevar la carga, y ser liberados del esfuerzo, la ansiedad, y el temor de lo que será el resultado. Es Su responsabilidad resolverlo.
Si estás pensando que estos hechos son mera doctrina teológica, ¡qué lejos te has descarriado! Estas son realidades que marcan la diferencia en cómo ha de ser vivida la vida, cómo son tus días, y lo que será tu mañana. La base, Pablo nos recuerda, está toda ahí; ha sido llevada a cabo. Todo tu desarrollo futuro, no solo en esta edad sino en las edades venideras, descansa sobre los cimientos que ya han sido preparados. Dios no va a hacer otra cosa. No necesita hacer otra cosa para ti más allá de lo que ya ha hecho. Simplemente te ayudará a resolver tu vida, día a día, sobre la base de la comprensión de lo que ya ha ocurrido.
Esto te salva de seguir tontamente cada nueva moda teológica que se presenta, cada nuevo libro que se publica, cada nueva cinta que sale, cada nuevo programa que se inaugura, y de pensar que necesitas tener alguna nueva vasta experiencia que cambiará toda tu vida. No, no. Solo necesitas tomar y entender más plenamente, y entonces poner en práctica, las riquezas que Dios ya ha provisto para ti en Jesucristo. Todos los avances de tu vida espiritual descansan sobre eso.
Fíjate que Pablo resalta el hecho de que no tenías nada que ver con esto. Tú y yo no añadimos nada a esto. Esta es la actividad de Dios. No la originamos; no es nuestro hacer. No se nos podía haber ocurrido este programa redentor por el cual, en un sentido muy real, hemos muerto. El hombre nunca planea morir; planea vivir. La muerte es lo que más teme. Sin embargo, Dios ha ideado una forma por la cual nuestra vieja vida puede terminar, puede morir, puede ser dejada de lado. Nunca se nos podía haber ocurrido eso. Pero a Dios sí se le ocurrió. Así que no es de nuestra hechura. Y no nos lo merecemos. No tenemos ningún mérito aquí. No es por obras, dice Pablo. No podemos ganárnoslo. Es todo de gracia. Se nos da, día a día, desde la mano de Dios.
Esto es para que el hombre nunca pueda gloriarse. ¿Sabes lo que es gloriarse? Es engañarte a ti mismo. El gloriarse es fingir que eres algo que no eres. Cuando te glorías estás diciendo: “Yo soy mi propio creador, mi propio Dios. Tengo en mí lo que se necesita para manejar la vida. Nadie me aporta a mí. Soy suficiente en mí mismo”. Eso es lo que realmente queremos decir cuando nos gloriamos. Pero eso es una mentira, porque no somos autosuficientes. Cada uno de nosotros es una criatura dependiente. No podemos vivir ni un momento sin el amor de otras personas, sin la aceptación de otra persona, sin el entendimiento de otra persona. La vida se vuelve aburrida y desalentadora y gris y apagada sin las relaciones que tenemos con otros. Cuando nos olvidamos que somos criaturas dependientes, nos mentimos a nosotros mismos sobre ello, y nos gloriamos de lo que hemos hecho y cuánto hemos podido llevar a cabo, solo nos estamos engañando a nosotros mismo.
Dios nunca permite que permanezca el autoengaño. Dios es un realista completo. Trata con la vida exactamente como es. Así que dice que a todo lo que tú y yo podemos contribuir es a recibir Su gracia, simplemente tomarla, momento a momento aceptando la relación con Él, utilizando el poder que pone a nuestro disposición, y descansar en el fantástico hecho de que Él resolverá todos los enigmas que se presenten, para poder llevar a cabo los fines que ha prometido.
Gloriarte en tu fe sería como gloriarte en el hecho de que has extendido tu mano para recibir un cheque de alguien. Imagínate que tienes una tremenda deuda pero alguien se ofrece a pagarla para ti, escribe un cheque para ti por $500,000. Y tu extiendes la mano y lo tomas de él. ¿Qué absurdo sería si fueras diciéndole a todo el mundo: “¿No es maravilloso que tuve el mérito para extender la mano y tomar ese cheque?”. Quizás te dijeran: “¿No es maravilloso que él pagara la deuda por ti?”. Si dijeras: “Oh, no hizo mucho; yo tomé el cheque. Después de todo, si no lo hubiera tomado, ¿qué bien le hubiera hecho habérmelo dado para empezar?”. Si dirigieras toda la atención y solicitaras toda la alabanza y la gloria para la mano que se extendió para tomar el cheque, ¡qué tonto sería eso! Son los recursos de Dios los que hacen todo esto posible. Es la grandeza de Dios que suministra la riqueza de gracia en nuestras vidas. Así que el apóstol continúa ahora para enseñarnos su manifestación final:
Pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas. (Efesios 2:10)
Fíjate como tiene cuidado de poner las “obras” en el sitio correcto. No obtendrías nada de Dios por trabajar para conseguirlo. Nunca te mereces nada sino el juicio de Su mano. Si nos diera lo que nos merecemos, acabaríamos todos en el infierno. No. Recibimos Su gracia, Su misericordia, Su amor. Pero esto resulta en buenas obras. Ese es el punto. Está diseñado para producir buenas obras. Es una maravillosa manifestación de la habilidad de Dios.
La palabra traducida “hechura” es realmente la palabra poema: “Somos su poema”. O si gustas, quizás sería mejor traducida: “Somos su obra maestra”. Dios está obrando en nuestras vidas una tremenda exhibición y demostración de Su sabiduría, Su poder, Su amor, Su vida, Su carácter, Su paz y Su júbilo. Nos está enseñando, nos está entrenando, nos está llevando consigo, aplicando la pintura en exactamente los sitios correctos, produciendo una maravillosa obra maestra para poder exhibir. Esto ha de resultar en buenas obras: amabilidad, amor, misericordia, compasión, ayuda los unos a los otros, cubriendo las necesidades de otros.
Pablo dice que Dios ha preparado esas obras de antemano. Experimenté una interesante ilustración de esto en Albuquerque la semana pasada. Brian Burgess, uno de nuestros internos, vino conmigo. Decidimos, al aterrizar el avión, que oraríamos juntos allí en el avión. No le había hablado a Brian sobre este pasaje para nada, pero me llamó la atención la forma en la que oró. Dijo:
“Padre, te doy las gracias por las buenas obras preparadas ya para nosotros en Albuquerque, por el hecho de que nos están esperando para experimentarlas”.
Eso es exactamente lo que está diciendo este pasaje. Dios ya ha preparado algunas buenas obras para que las hagas. Al caminar en el Espíritu, Él te guiará a ellas. Cuando entres en ellas siempre serán obras de bendición, de ayuda, de fortalecimiento hacia otros. Como era de esperar, después de que llegamos a Albuquerque estas comenzaron a producirse: Había un misionero allí de la región del Amazonas de Sudamérica que estaba desanimado y terriblemente molesto, listo para dejar el ministerio. Por medio del ministerio que teníamos allí se volvió a la vida y comenzó a ver de nuevo lo que Dios podía hacer. Vino a nosotros con una luz en su cara y dijo: “Voy a volver a mi campo totalmente revolucionado en mi estrategia. Ahora he aprendido cómo obra Dios.”
Una chica vino a verme porque estaba en conflicto con sus padres. No sabía cómo manejarlo. Examinamos las Escrituras juntos, y comenzó a revelarse para ella. Fue a casa y habló con sus padres, y al día siguiente dijo: “¡Oh, las cosas han mejorado ahora porque pude tener una nueva estrategia!”.
Una mañana, Brian tenía un estudio bíblico con un hombre de negocios muy adinerado en cuya casa nos estábamos quedando. Era un júbilo oírle enseñar a este hombre. Ejecutivo, hombre de negocios prominente que era, se sentó como un niño a los pies de Brian y aprendió a estudiar la Biblia. ¡Toda su vida fue enriquecida por esa experiencia! Un joven pastor se estaba enfrentando a disensión en su iglesia. Quería algún consejo sobre cómo manejarlo. Dios hizo que las Escrituras le hablaran acorde a la situación y le dieran sabiduría y guía para ella. Todas estas buenas obras habían sido preparadas de antemano. Todo lo que hicimos fue dar el paso. ¿Tienes idea de cuantas buenas obras Dios ha preparado para ti? Están esperando que te presentes, al caminar en fe y confianza y dependencia en Cristo. Entramos en ellas por fe, al confiar en el Dios que nos ha levantado juntamente con Cristo y nos ha hecho sentar en los lugares celestiales con Él. Las situaciones están ahí esperando que te presentes. Es a esto que Dios te ha llamado. Al hacerlo, te conviertes en una vívida exhibición de la grandeza y de la gloria de Dios.
Deja que estos pensamientos descansen en tu corazón y tu mente. Dale gracias a Dios por lo que ha hecho en Jesucristo, y por el hecho que esto abre fantásticas posibilidades que se extienden desde este momento más allá de la muerte y hacia las edades venideras, edad tras edad, un increíble número de posibilidades para la manifestación de la grandeza de nuestro Dios.