Estamos examinando ahora el gran mensaje de Pablo a la iglesia a ser fiel a su llamamiento. Hoy la iglesia parece haber perdido su sentido de identidad. Como alguien sufriendo de amnesia, la iglesia está preguntando: “¿Quién soy, y por qué estoy aquí?”. El apóstol nos está llamando de regreso a esos grandes propósitos de Dios para los cuales fue establecida la iglesia y la razón por la cual todavía existe. La iglesia nunca tiene el derecho de establecer sus propias metas; está aquí porque el Señor la puso ahí. La iglesia no está aquí primeramente para corregir las maldades de la sociedad, sino que está aquí para declarar y demostrar el poder de Dios en Jesucristo. Esa será la cosa más efectiva que puede hacer para corregir las maldades de la sociedad.
Para poder actuar inteligentemente en este gran propósito, cada cristiano debe de entender la naturaleza de la iglesia y la forma en que tenía previsto funcionar. Eso se aplica a nosotros, seamos viejos o jóvenes. Aprecio grandemente toda la gente joven que tenemos en los servicios domingo tras domingo, sin embargo también pienso que hay una tendencia de su parte a sentir que la verdad mencionada aquí solo se aplica a la gente más mayor. No es así. Todo el mundo que es miembro de la iglesia de Cristo tiene un interés directo en lo que el Señor tiene que decir sobre Su cuerpo. Te ruego que pongas minuciosa atención según vamos examinando cómo el Señor mismo describe el carácter de Su cuerpo y revela para qué está aquí y cómo tiene previsto tocar vidas. Reconocerás la gran confusión que abunda en este área hoy. Todo este asunto de lo que la iglesia es y de cómo funciona es un laberinto de opiniones conflictivas. Si tratas de obtener tu teología de los periódicos y las revistas y otros boletines, acabarás desesperadamente confundido. Por eso es tan importante el regresar a la Palabra de autoridad. Es hora de llamar la atención a la simple sabiduría de ese proverbio moderno: “Cuando todo lo demás falla, sigue las instrucciones”.
Al declarar la naturaleza de la iglesia, el apóstol llama la atención primero al elemento básico: la unidad del Espíritu, la unidad que ya existe en el cuerpo de Cristo, como fue creada por el Espíritu. No es algo que necesitemos producir, sino algo que ya está ahí pero necesita ser mantenido. Si tenemos eso claro nos ayudará mucho a entender este presente impulso hacia el ecumenismo. La unidad necesita ser sacada de la confusión de muchos puntos de vista divergentes y divisiones y facciones dentro de la iglesia, pero no es algo que necesita ser producido. Ya está ahí. Seamos perfectamente honestos y admitamos que nuestro mantenimiento corporal no ha sido tan bueno como debería de haber sido. Hemos estado divididos externamente muchas veces, pero el cuerpo de Cristo nunca ha sido desarticulado. Como dice el viejo himno:
Somos sólo un cuerpo,
y uno es el Señor,
una la esperanza,
y uno nuestro amor.
Ahora en la segunda sección de este capítulo, comenzando con el versículo 7, el apóstol se vuelve a la función del cuerpo. Aquí desarrolla el gran hecho esencial que hace que la iglesia sea capaz de funcionar efectivamente dentro de la sociedad humana. Ese hecho es la impartición de los dones espirituales a cada miembro del cuerpo de Cristo. Leamos los versículos 7 a 10:
Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por lo cual dice: “Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres”. Y eso de que “subió”, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. (Efesios 4:7-10)
En esta sección encaramos la pregunta más importante. ¿Cómo se espera que la iglesia demuestre el poder de Dios y por tanto influencie la sociedad? ¿Es acaso por la demostración de un poder divino, milagroso, espectacular y capaz de obrar maravillas? ¿Es algo que captura la atención de las multitudes a base de milagros? ¿O es por el poder de los números, consiguiendo reunir junta a la gente para votar de la misma forma, para ejercer presión sobre las legislaturas para obtener el tipo de legislación correcta? ¿Es ese el poder de la iglesia? ¿Es agitar para el cambio al unirnos a piquetes y sentadas y huelgas e insurrecciones? ¿Es asistir a convenciones dedicadas a discusiones de varias cosas y pasando resoluciones? Bueno, fíjate que el apóstol no pierde un solo momento en este tipo de actividad. Sugiere muy claramente que el poder de la iglesia reside en cada cristiano descubriendo e inteligentemente ejercitando el don espiritual que se le dio cuando se convirtió en un miembro del cuerpo de Cristo. Ese es un principio grandemente abandonado hoy en día, y es por eso que la iglesia es tan débil. Si alguna vez recuperamos la fuerza que Dios tenía prevista para que la iglesia ejerciera en la sociedad humana, será por una vuelta a esa simple cosa, el ejercicio del don espiritual de cada persona.
Después de todo, ¿no es así como funciona un cuerpo físico? En el cuerpo de carne y hueso, hay una variedad de células. Hay neuronas, células sanguíneas, células del tejido, células musculares, células sexuales, células capilares y muchas otras, cada una teniendo una función distinta. El cuerpo opera, no al unirse las células y votar en cuanto a lo que sería mejor hacer, sino por simplemente funcionar, al hacer lo que están diseñadas para hacer individual y particularmente. Es función de la cabeza correlacionar esto, traerlo todo junto y hacerlo operar efectivamente, pero cada célula se dedica a la tarea de la función de acuerdo a su diseño.
Ciertamente el cuerpo no opera al rebelarse las células. ¿Alguna vez has experimentado una rebelión de las células de tu estómago? ¡A eso lo llamamos indigestión! ¿O una rebelión de las neuronas? Eso es llamado demencia. Significa que el cuerpo está enfermo, hay algo mal en el cuerpo, no está operando de la forma en que estaba previsto. Ese es todo el problema con la iglesia hoy. En tantos sitios se ha olvidado de que es un cuerpo y ha intentado operar como otra organización humana; por lo tanto, no tiene más poder que cualquier otra organización humana obrando en el mundo. Pero el apóstol nos recuerda que el secreto fundamental de la operación de la iglesia es que cada verdadero cristiano tiene un don.
“Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo.” Es nuestra responsabilidad el reconocer y cumplir ese don. Hace énfasis aquí en la palabra cada. En el griego original es cada uno de nosotros, y la palabra uno está en el sitio enfático, la primera palabra en la frase griega. Está conectando todo esto con la unidad del Espíritu que acaba de describir. No puede haber excepciones a este don universal, recibir. Si eres cristiano, si has recibido a Jesucristo, si has nacido de nuevo, si tienes una nueva vida por el Espíritu de Dios por fe en Jesucristo, tienes un don espiritual. Ya seas viejo o joven, rico o pobre, o sin importar tu estatus en la sociedad, tienes un don espiritual. Si no tienes un don espiritual, no eres un cristiano. La iglesia comienza a vivir, y a ejercitar su impacto e influencia sobre la sociedad, cuando comienzas a ejercitar tu don.
Necesitamos notar inmediatamente que hay dos tipos de dones mencionados aquí en el versículo 7. Pablo llama a uno de ellos la medida del otro. “Fue dada gracia (ese es el primer don) conforme a la medida del don de Cristo.” O más literalmente, “el don de Cristo”. Lo pongo en ese orden porque el don de Cristo es el más básico de estos dos y es en realidad Cristo mismo. No está hablando sobre algo que Cristo nos da, sino algo que Dios nos ha dado, que es Cristo, el don que es Cristo mismo. Como dice Pablo en 2ª de Corintios: “¡Gracias a Dios por su don inefable!” ( 9:15). Porque Cristo se nos da a conocer por la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas, es igualmente correcto llamar a esto el don del Espíritu Santo. Las Escrituras utilizan esa frase así mismo. El don básico es el morar del Espíritu de Cristo en cada creyente. Eso es lo que nos hace cristianos. Si el Espíritu de Dios no está ahí, no somos cristianos para nada. Como Pablo dice en Romanos: “Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9). Aunque sea religioso, aunque sea miembro de una iglesia, aunque asista a todas las reuniones y haya firmado su nombre en el registro y pase por todas las ceremonias, si no tiene el Espíritu de Cristo no es nada de Él. Eso es esencial.
Pero ahora también hay esta “gracia” que es mencionada aquí: “dada la gracia”. Este es el don del Espíritu a cada cristiano como una habilidad especial o una capacidad para servicio. Ha de ser ejercido de acuerdo a la medida de la presencia de Cristo que mora en ti. Pues bien, veremos más de eso en un momento, pero ahora mismo quiero examinar más detenidamente la palabra gracia. La palabra griega es charis, que simplemente significa “gracia”, y se utiliza de esa forma muchas veces en las Escrituras. También hay una palabra relacionada, charisma. Ahora oyes mucho sobre el “movimiento carismático” y los “dones carismáticos”. La gente que utiliza esos términos casi invariablemente se refiere al ejercicio del don de lenguas (o al menos aquello que pasa por el don de lenguas) hoy en día. Pero es piratería de un título. El charisma no es sólo el don de lenguas. Las lenguas, de hecho, están muy al final de la lista de charismata en 1ª de Corintios 12. Los dones carismáticos incluyen todos los dones del Espíritu, comenzando con aquellos mencionados aquí: apóstoles, profetas, evangelistas y maestros, así como otras listas en otros sitios de las Escrituras. Hay dones carismáticos, dados a individuos en el cuerpo de Cristo como habilidades especiales o capacidades para servir. Encontrarás una lista parcial aquí y otra lista más completa en 1ª de Corintios 12; y todavía otra lista en Romanos 12 (incluso duplicaciones), una lista breve en 1ª de Pedro 4, y referencias aisladas en otros sitios del Nuevo Testamento.
Cuando el apóstol Pablo escribió a su hijo en la fe, Timoteo, y dijo: “Por eso te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos” (2ª Timoteo 1:6), utiliza esta misma palabra charisma, “la gracia” (el don) que está en ti”. De sí mismo dice en Efesios 3:8: “A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las insondables riquezas de Cristo”. El don de la predicación era uno de sus dones.
¿Sabes cuál es tu don? Alguna vez te has hecho a ti mismo esta pregunta: “¿Cuál es el don que Dios me ha dado desde que soy un cristiano? ¿Qué quiere que haga como un área general de ministerio?”. ¿Sabes cómo reconocer un don? ¿Sabes cómo desarrollarlo una vez que sepas lo que es? El impacto de esta iglesia está directamente relacionado a cómo respondas a esas preguntas. Tu propio júbilo y realización como cristiano dependen de cómo respondas a esas preguntas.
En el próximo mensaje quiero examinar estos dones en detalle. Deseamos ser útiles en esta área al explicar exactamente lo que son estos dones. Tomaremos estas varias listas y desplegaremos el plan de nuestro Señor para desarrollar estas y utilizarlas de acuerdo a la intención del Señor. Eso es lo que hace fuerte a una iglesia, lo que la hace poderosa, lo que hace posible que una iglesia cambie la vida de su barrio y haga un impacto en la sociedad. Pero ahora, una palabra sobre el segundo don que es mencionado aquí como la medida y el límite del charisma, la habilidad especial dada por el Espíritu. ¿Por qué introduce el apóstol Pablo en esta conexión las palabras sobre la ascensión de Cristo y Su anterior descenso a la tierra? ¿Por qué cita del Salmo 68 estas palabras: “Subiste a lo alto, tomaste cautivos. Tomaste dones de los hombres” (Salmo 68:18a)? ¿Por qué pone énfasis en la marcha triunfal de Cristo, Su liderazgo de una hueste de cautivos en Su séquito? Es porque los versículos 8 a 10 son una ampliación y explicación de la frase: “de acuerdo a la medida del don de Cristo”. Nos está diciendo lo que significa esto. Un don es una cosa; el poder para operarlo es algo bastante distinto. Ahora está uniendo estos dos juntos. Los dones son funciones especializadas, como veremos cuando nos encontremos con las varias listas. Son la habilidad de hacer ciertas cosas específicas, tales como la enseñanza, la predicación, la ayuda, la administración, la jurisprudencia, etc.
Estos dones son como tantos electrodomésticos. ¡Qué variedad de electrodomésticos hay hoy en día! Hay tostadoras eléctricas, cepillos de dientes, batidoras, planchas, afeitadoras. ¡Incluso vi un anuncio el otro día para un aparato eléctrico que te ata los cordones de los zapatos! Pero si miras de cerca estos electrodomésticos, verás que, aunque son enormemente diferentes en lo que hacen, hay un aspecto en el que todos son siempre exactamente iguales: Todos tienen un cable con un enchufe al final, diseñado para enchufarse a un receptáculo mediante el cual utilizan el mismo poder. Sin importar lo distinto que sea el electrodoméstico, el poder es el mismo. Si examinas el electrodoméstico con mucho cuidado también notarás otra diferencia. Cada electrodoméstico utiliza un cierto grado de poder. Algunos están marcados para 50 vatios, algunos utilizan 100 vatios, algunos 200, algunos 500 vatios. El grado de poder que es necesitado para operar el electrodoméstico normalmente está marcado en cada uno.
En las despedidas de solteras a las parejas se les dan muchos electrodomésticos distintos. Al repasar sus regalos estas cosas comienzan a acumularse (muchos de ellos por duplicado), tres o cuatro tostadoras, dos o tres planchas; y cuando han repasado todos ellos bien podrían decir que el equivalente es una parodia de este versículo, Efesios 4:7: “Pero los electrodomésticos nos fueron dados para utilizar conforme a la medida del poder que necesitan”.
Pues bien, eso es exactamente lo que Pablo está diciendo. Las gracias, dice, nos son dadas para utilizar de acuerdo a la medida del poder disponible. ¿Qué tipo de poder necesitas para operar el don que Dios te ha dado? ¿Necesitas el poder de una personalidad fuerte? Hay muchos evidentemente que piensan así. Hay mucha gente que no está utilizando el don que Dios les ha dado porque piensan que se requiere una fuerte personalidad para hacerlo, que para poder ser útil a Jesucristo, deben de ser algún tipo de persona extrovertida. Si tienen una personalidad extrovertida pueden esperar ser utilizados, pero no, si no es así. Pero si ese es el poder requerido, obviamente hay muchos que nunca tendrán la oportunidad. Incluso aquellos que tienen ese tipo de personalidad encontrarán ocasiones cuando no se sienten muy extrovertidos.
Bueno, entonces, ¿es el poder del pensamiento positivo? Leemos mucho sobre eso hoy en día. ¿Necesitamos leer ciertos libros y desarrollar nuestras actitudes interiores de tal manera que siempre estemos pensando de forma positiva y nunca negativamente, y por lo tanto ser capaces de ser útiles a Jesucristo? Bueno, si ese es el tipo de poder que se requiere, entonces obviamente no está nunca disponible si estamos deprimidos o de un humor negativo. Entonces, ¿es el poder del intelecto aplicado, una mente bien entrenada, educada, afilada y pulida infinitamente por los recursos de la sabiduría moderna? Algunos de nosotros nunca hemos tenido esas ventajas; otros nacen con un nivel de inteligencia bajo. No, no es ninguno de estos. Necesitamos un poder distinto de cualquiera de estos y superior a todas las circunstancias. Necesitamos un poder al que no le afecte qué estudios tengamos. Necesitamos poder que sea independiente de los sentimientos o estados de ánimo. ¿Existe tal poder? Es mencionado al final del capítulo 3.
Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros. (Efesios 3:20)
¿Crees que la iglesia tiene el poder dentro de ella que es capaz de hacer abundantemente más allá de todas las cosas que pedimos o pensamos? Pablo lo reclama para sí mismo en el capítulo 3, versículo 7:
Por medio del evangelio, del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la acción de su poder. (Efesios 3:7)
¿Qué tipo de poder es este? Acuérdate de la palabra en Filipenses 3, donde el apóstol está hablando de ese gran deseo de su corazón y clama: “¡Quiero conocerlo a él y el poder de su resurrección!” (Filipenses 3:10). He ahí. ¡El poder de su resurrección! Es por eso que el apóstol conecta el don de Dios con el descenso de Cristo, la encarnación, y Su ascensión de nuevo al trono de poder después de Su resurrección.
Requirió todo eso para que tú pudieras tener tu don. Todo el misterio y la maravilla de la encarnación están involucradas en el hecho de que tienes un don espiritual que te fue dado cuando te convertiste en cristiano. Aunque esté siendo descuidado y sin usar en alguna habitación trasera de tu personalidad, es la cosa más preciosa que Cristo jamás te ha dado. Requirió Su descenso desde la gloria a la tierra, y todo el dolor, angustia y aflicción de esta vida, culminando en el jardín de Getsemaní y la cruz, y entonces la resurrección y la ascensión en triunfo a los cielos, para recibir de Dios el Padre estos dones para que pudiera dártelos a ti. Esto no es una cosa común.
El don que tienes no es meramente un talento común, como muchos otros en el mundo tendrían también. Es una habilidad dada que requiere el poder de la resurrección para ejercitarlo. El poder de la resurrección es del tipo que opera en medio de la muerte. Funciona cuando todo a su alrededor está apagado, muerto y vacío, cuando no hay ninguna necesidad de estimulación que venga de las circunstancias. Es del tipo que no necesita apoyos, ningún apoyo exterior, y no presta atención a los obstáculos, lo mismo que Cristo no prestó atención a la piedra delante de Su tumba cuando salió rebosante de vida. No puede ser detenido ni frustrado por ningún poder conocido al hombre. Ese es el poder de la resurrección.
Esa era la forma en la que el apóstol Pablo actuaba; era el poder que había encontrado. Por eso, al escribir a los filipenses, puede decir: “Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han contribuido más bien al progreso del evangelio, de tal manera que en todo el pretorio y entre todos los demás se ha hecho evidente que estoy preso por causa de Cristo. Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor” (Filipenses 1:12-14). No puedes detener el poder de la resurrección. El único límite que el apóstol jamás encontró fue el límite de su fe para tomar este poder. Al crecer la fe, su efectividad creció. No siempre vio los resultados, pero sabía que siempre estaban ahí. Podía decirle a los colosenses en cuanto a Cristo:
Nosotros anunciamos a Cristo, amonestando a todo hombre y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre. Para esto también trabajo, luchando según la fuerza de él, la cual actúa poderosamente en mí. (Colosenses 1:28-29)
Este es el poder de la resurrección. Aquí en nuestra iglesia hay muchos dones que todavía no han sido descubiertos. Hay dones que no están siendo utilizados. Hay gente que ha estado viniendo durante años, que han estado sentándose y escuchando estas grandes verdades transformadoras, pero que nunca han comenzado a operar para Jesucristo, nunca se han movido y actuado en el poder de la resurrección, utilizando el poder que Dios les ha dado. En ese grado el cuerpo de Cristo en este sitio es débil y vacilante, incapaz de tocar el mundo a nuestro alrededor.
¿Cuánto has aprendido a poner sobre Cristo, a ser fuerte en el Señor y en el poder de Su fuerza? Es así como la iglesia se mueve, como funciona. Es así como el cristiano cambia la sociedad. Algunos están llamados al ministerio abierto y público; otros tienen un ministerio más oculto y desconocido. Algunos tienen dones simples, otros más complejos. Pero cada uno de ellos es necesario, sin excepción. Tu don es enormemente necesitado. Todos requieren el mismo tipo de poder, y todo el mundo puede tener tanto como necesite si por fe lo toma. Esto sería la cosa más importante en el mundo para nosotros, más importante que nuestro nivel de vida, nuestro éxito en los negocios, nuestro deseo de viajar o de tener romance, o lo que sea.
Sabemos que cada uno de nosotros algún día tendrá que comparecer ante el Señor Jesús, y la pregunta que nos hará no será: cuál fue la posición más alta que conseguiste en tu trabajo, o cuánto dinero ganabas, o si eras bien conocido, o cuánta propiedad tenías. La pregunta será: “¿Qué hiciste con el don que te fue dado?”. Puede que hayas tenido un resultado de lo más notable, pero ¿te perdiste el punto principal? ¿Te preocupaste del desarrollo del don que le costó a nuestro Señor Su encarnación, Su muerte y resurrección para obtenerlo para ti? ¿Lo has utilizado?
No hay nada más importante que lo que nuestro Señor vivo te ha dado como el regalo especial de Su gracia. Nadie más puede ejercer ese don. Nadie más en el cuerpo de Cristo puede hacer lo que sólo tú puedes hacer. Creo que hay algunos que tienen miedo de buscar su don no vaya a ser que lo encuentren. No queremos preguntarnos a nosotros mismos lo que Dios nos ha dado porque, si lo encontramos, sabemos que debemos hacer algo al respecto, y eso interfiere con los planes que hemos hecho. Pero al venir a la Cena del Señor, vengamos con esta pregunta frente a nosotros: ¿Estoy construyendo mi vida alrededor del don que el Señor me ha dado por Su cruz y Su resurrección? ¿Es esto un asunto importante para mí? ¿Celebro la Cena del Señor diciendo en mi corazón: “Señor, por la muerte y la sangre he sido comprado por precio; no me pertenezco a mí mismo. Se me ha dado un don, y mi tarea es el encontrarlo”? Sería fácil cantar: “Hágase Tu voluntad, Señor, hágase Tu voluntad”, pero les digo que estoy harto de cantar: “hágase Tu voluntad”. ¡Es hora de que dejemos de cantar y comencemos a hacer; comencemos a obedecer! Hay un mundo enfermo a nuestro alrededor, un mundo que está desesperadamente necesitado, y los síntomas de esta enfermedad son manifiestos en todas partes. Necesitamos escuchar al Señor diciéndonos, como les dijo a Sus discípulos en el sermón del monte: “Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo”. Escucha estás palabras de Romanos 13:
La noche está avanzada y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y libertinaje, no en contiendas y envidia. Al contrario, vestíos del Señor Jesucristo y no satisfagáis los deseos de la carne. (Romanos 13:12-14)
Oración:
Padre nuestro, ayúdanos a tomarnos estas palabras en serio. Perdónanos por nuestro egoísmo, nuestro deseo de vivir nuestras vidas a nuestra manera y al mismo tiempo volvernos a ti y decir: “Señor, te amamos y queremos hacer lo que Tú quieras que hagamos”. Sálvanos de este tipo de hipocresía. No es de extrañar que se acumule la tensión en nuestras vidas; no es de extrañar que nos sintamos vacíos, derrotados y frustrados cuando vivimos tales vidas divididas. Enséñanos a tener una sola mirada, centrada en Ti y en Tu Palabra y Tu gloria. Lo pedimos en el nombre de Cristo. Amén.