Por lo cual también nosotros damos gracias a Dios sin cesar, porque cuando recibisteis la palabra de Dios, que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes.
1 Tesalonicenses 2:13
¡Qué profunda declaración de la verdad sobre la Palabra!
Declara que la Palabra de Dios es un instrumento extraordinario.
Ningún otro versículo de la Biblia afirma con tanta claridad que la Palabra de Dios llega a nosotros a través de seres humanos corrientes.
A lo largo de la historia, Dios siempre se ha comunicado a través de personas que parecen, hablan y se comportan como nosotros.
Jeremías dice que la Palabra de Dios le llegó como un fuego ardiente metido en mis huesos
(Jeremías 20:9b). Elías declaró que la Palabra de Dios le llegó como un silbo apacible y delicado
(1 Reyes 19:12b). Daniel dijo que Dios le hablaba en vision de noche
(Daniel 2:19). Moisés dijo que cuando Dios se comunicaba con él, le hablaba cara a cara, como habla qualquiera con su compañero
(Éxodo 33:11).
Pedro escribió que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo
(2 Pedro 1:21b).
Ésta es la forma más común en que viene la Palabra de Dios.
Ciertamente, así lo experimentaron los cristianos tesalonicenses.
Pablo comenzó a hablar, y ellos fueron conscientes de que lo que estaban oyendo no eran las palabras de un simple hombre; estaban oyendo la Palabra de Dios.
Esto plantea un problema, porque si la Palabra de Dios viene a través de personas corrientes, puede ser fácilmente imitada.
¿Cómo podemos saber cuándo Dios ha hablado de verdad y cuándo estamos oyendo a un falso profeta?
El apóstol ofrece una forma clara de comprobar la realidad, que se encuentra en la frase que aparece al final del versículo 13: la Palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes
.
La verdadera Palabra de Dios siempre cambia a las personas y las hace diferentes. Aceptarla sólo mentalmente no cambia a nadie, pero si las personas comienzan a actuar en consecuencia, a obedecerla, serán cambiadas; la Palabra las convertirá en personas diferentes. La mayoría de nosotros conoce la historia del motín de la Bounty. En el siglo XIX, unos amotinados se apoderaron del barco, dejaron a su capitán a la deriva en un bote salvavidas y acabaron en la isla de Pitcairn, en el Pacífico Sur. Pero no solemos oír hablar mucho de lo que ocurrió después de que desembarcaran. En su mayoría eran marineros rudos e impíos. Junto con las esposas que habían traído de la isla de Tahití, se pasaban el día bebiendo, jugando, divirtiéndose y peleándose entre ellos. Pronto las peleas desembocaron en batallas, y se mataron unos a otros hasta que la colonia quedó reducida a un puñado de personas. Entre ellos había un hombre llamado Alexander Smith. Un día, rebuscando en su baúl, encontró una Biblia, que su madre había puesto allí. Empezó a leerla, y pronto cambió su vida. Luego se la leyó a los amotinados supervivientes, y les cambió la vida. Cuando la isla fue redescubierta unos años más tarde, se había convertido en una comunidad modelo. No había cárcel, porque no había delitos. Amaban a Dios y se amaban los unos a los otros. El Libro cambió totalmente sus vidas y su sociedad. ¡Ése es el poder de la Palabra de Dios!
Señor, Tu Palabra es poderosa, y deseo dejar que actúe en mi propia vida y me cambie de dentro a fuera.
Aplicación a la vida
¿Cómo ha visto a la Palabra de Dios obrando en su vida esta semana?