Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras: evangelio que se refiere a su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos.
Romanos 1:1-4
En el meollo del argumento de Pablo hay una persona: Jesucristo, nuestro Señor. Eso, ciertamente, es el tema de la epístola a los romanos, como lo es el tema de todos los escritos de Pablo y todo el Nuevo Testamento. La unión en Cristo es la verdad central que Dios quiere que veamos. Como Pablo mismo escribió en la carta a los colosenses: “Cristo en vosotros, esperanza de gloria” (Colosenses 1:27b). Ésa es la gran verdad de la cual las demás fluyen.
A veces los maestros de la Biblia identifican ciertos grandes énfasis que vienen de la verdad como siendo la verdad central. Por ejemplo, enfatizan la justificación por fe, o la santificación, eso es, solucionando los problemas del pecado. Pero estos temas todos tienen su raíz en el gran tema central: la unión con Cristo. No somos simplemente seguidores de una filosofía, o ni siquiera de un filósofo, sino de un Salvador, un Redentor, una Persona, y Él debe ser central en todas las cosas.
En su introducción, Pablo muestra que el Señor nos fue prometido; vino como fue predicho en el Antiguo Testamento. El evangelio fue prometido de antemano por medio de “sus profetas en las santas Escrituras: evangelio que se refiere a su Hijo”. Una de las cosas más importantes que podemos aprender sobre nuestra fe es que nos viene por medio de la anticipación y la predicción de siglos de enseñanza y predicación.
Cuando viene, es presentado de dos formas singulares: Primero, en cuanto a Su naturaleza humana, el apóstol dice que era descendiente de David. El griego, de hecho, dice que viene del mismo esperma de David, enfatizando Su intensa humanidad. Todos vinimos así, y Jesús vino de la misma forma.
Segundo, es la deidad de Aquel que “fue declarado Hijo de Dios con poder”. Ahí Pablo comienza con la frase, “el Hijo de Dios”, que inequívocamente declara la deidad de nuestro Señor. Hay tres cosas que marcaban la deidad de Jesús: Primero, había poder; vino por poder. Ésta es una referencia a los milagros que hizo. Segundo, vino por el poder de santidad. Siempre he estado preocupado por la palabra santidad porque encuentro que esto es algo que la gente malentiende tanto. Pensamos en ello como algo que es malo, pero el significado puede ser recapturado para nosotros si utilizamos un término similar que viene de la misma raíz, la palabra integridad. Pablo está diciendo que cuando Jesús vino, era una persona íntegra. Demostró una humanidad íntegra, la humanidad como debía haber sido. Es así como somos llamados a vivir. La gloria de las buenas nuevas es que la meta que Dios tiene para nosotros es hacernos íntegros, para que podamos caminar por medio de las presiones y la agitación y las tragedias de este mundo y ser capaces de manejarlas: personas íntegras, personas santas. Esa integridad es lo que Jesús demostró.
La tercera gran marca de la deidad de Jesús fue la resurrección; Su deidad fue confirmada “por su resurrección de entre los muertos”. Es ahí donde al final descansa nuestra fe. Podemos tener confianza que Dios nos ha dicho la verdad por el firme hecho de que levantó a Jesús de entre los muertos. Nadie puede eliminar ese hecho de los anales de la historia. Ocurrió; nuestra fe descansa en ello, y en cualquier momento en el que alguien te persigue y trata de conmover tu fe, pídele que te explique la resurrección. Pregúntale qué hace con ella, porque no puede ofrecer excusas. Es un hecho firme por medio del cual Dios ha entrado en nuestro tiempo, y el relato completo descansa sobre ese gran hecho.
Gracias, Padre, por mandarme a Tu Hijo y por darme el gozo de conocerle y de ver Su vida manifestada por medio de mí.
Aplicación a la vida
¿Cuál es el tema central del libro de Romanos? ¿Cuáles son tres poderosas pruebas de la deidad de Cristo? ¿Es el Señor Jesucristo y nuestra unión con Él el tema central de nuestra vida y de nuestro testimonio verbal?