De cierto, de cierto os digo que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo. Pero si muere, lleva mucho fruto.
Juan 12:24
Jesús está hablando de Sí mismo en esta parábola. Él es el grano de trigo. Es el Hijo de Dios, convincente y persuasivo, que vive la vida de Dios en medio de los hombres y, sin embargo, la vive como hombre al completo. Multitudes de todas partes dejaban su trabajo para seguirle. Notaban que allí había un hombre que conocía los secretos de la vida. No tenía nada de lo que los hombres creen necesario para vivir. Él no tenía posesiones materiales. Ni siquiera tenía un lugar donde reposar Su cabeza. No tenía influencia con las autoridades. Aun así, dondequiera que fuere, la gente notaba que entendía los secretos de la vida. Así que era como un grano de trigo, solitario en medio de otros granos de trigo, sin tener nada en común con los otros.
Pudo haber permanecido así. No tenía necesidad de morir, ni de ser el mártir de una causa fallida. Nadie le obligaba a morir en la cruz. No tenía necesidad de sacrificar Su vida, ya que podía regresar al Padre. No se le podría culpar de nada si lo hubiera hecho. Podría haber elegido volver con el Padre, habiendo mostrado ante los hombres exactamente lo que Dios quería que los hombres fuesen, y dejarnos con esa demostración y luego regresar al cielo. Pero, como Él dice, si hubiera hecho eso hubiera permanecido solo. Hubiera permanecido solo para el resto de la eternidad, aun estando rodeado por multitud de ángeles y todos los demás seres creados del universo de Dios. No hubiese habido otro como Él en todo el universo.
Esto es muy importante porque nos da la primera pista de lo que nuestro Señor está revelando realmente aquí, el problema que afecta a tantos de nosotros: la soledad. Hay una diferencia entre estar solo y sentirse solo. Uno puede estar solo y no sentirse solo en absoluto. A esto es a lo que Jesús se está refiriendo. No está hablando de estar solo; está hablando de sentirse solo.
El doctor F.B. Meyer dijo una vez:
Muchas personas se quejan de sus vidas solitarias.
Suponen que su situación se debe al fallo de otras personas.
Sin embargo, es atribuible al hecho de que ellos nunca han caído a tierra y muerto, sino que siempre han buscado su propia comodidad y bienestar.
Nunca se han enterado de que la cura de la soledad viene de sembrarse a uno mismo en una tumba de sacrificio diario
.
Aquí señala la causa de esta soledad angustiosa que tantos padecen hoy día.
Es un intento de aferrarse a la vida, de arrebatarla para uno mismo, y ello resulta en una vida sin crecimiento.
Nuestro Señor conocía el intenso deseo del corazón del Padre de que pudiera traer a muchos hijos a la gloria, pero para hacer eso era necesario morir.
No había otra forma por medio de la cual lo que Él era se nos pudiese dar.
Juan 1:12 dice:
Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios
.
A todos los que le recibieron les da el poder de compartir Su propia vida.
Pero, ¿cómo se pone esa vida a nuestra disposición?
Sólo si morimos a nosotros mismos.
Pero tenemos miedo de semejante muerte, ¿no es así?
Lo que nos dice el Señor Jesús es que no habrá liberación de la soledad y el vacío de la vida del mundo hasta que aprendamos a renunciar a esa clase de vida.
Señor, gracias por mostrarme que el camino a la vida es a través de morir a uno mismo. Confieso que temo morir de esa manera, así que te pido que me ayudes a vivir así el resto de mi vida.
Aplicación a la vida
¿Me siento solo? ¿Cuál es el origen de mi soledad? ¿Me he creído la mentira de este mundo de que la satisfacción se encuentra en aferrarme a mi vida?