Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo.
Gálatas 6:14
La cruz, tal como las Escrituras nos la presentan, es el lugar de encuentro entre el odio del hombre y el amor de Dios.
El odio se apoderó del amor y el amor se apoderó del odio, y el amor triunfó.
Ésa es la historia de la cruz.
El amor es más fuerte que el odio.
El amor es más fuerte que la codicia, la lujuria, la amargura, la envidia, la arrogancia, los prejuicios, el orgullo y todas las otras cosas malas de la vida humana.
En la cruz de Cristo vemos nuestro propio pecado.
Pero en la cruz de Cristo vemos también la gracia de Dios.
Escuche esto: ¡La gracia es mayor que el pecado!
Si cualquier hombre o mujer que llegue a la cruz llega inerme, sin ponerse a la defensiva, abandonando el intento de poner excusas y reforzar su ego, y viene y simplemente dice: ¡Todo es verdad; necesito esto; no puedo salvarme a mí mismo!
, es entonces cuando el amor empieza a manifestar su victoria sobre el mal.
Y la gloria y la gracia brillan sobre la oscuridad del pecado del hombre.
Y hay sanación, fuerza y perdón.
Miles y miles pueden testificar esto a través de los tiempos, que fue la cruz de Cristo la que abrió un camino y les liberó.
La gracia fluye como un rio, de él se han abastecido millones, y todavía fluye tan fresco como siempre del costado herido del Salvador.
La cruz de Cristo es un evento mucho más grandioso de lo que podemos entender.
¡Es un misterio!
Podemos pasar horas intentando analizar la obra de Dios que culminó en la cruz.
Pero todo eso no nos cambiará hasta que captemos este hecho central: Aquí y sólo aquí, en toda la historia humana, está el poder suficiente para romper el total dominio de nuestros hábitos sobre nosotros y empezar a liberarnos.
Y a través de los siglos, hombres y mujeres han estado viniendo a la cruz de Cristo de esta manera sencilla, niños y niñas, los cultos y los ignorantes, el salvaje, el rico, de todas las culturas, de todas las clases sociales y desde todas las fronteras que el hombre ha erigido.
Han venido hombres de todo lugar y condición a la cruz de Cristo.
E invariablemente, si han venido admitiendo su impotencia por estar cautivos de fuerzas más fuertes de lo que pueden enfrentar y admitiendo que la vida es más grande que ellos, encuentran en la cruz de Cristo lo que les hace libres.
Señor, cuando me acerco de nuevo al Crucificado, descubro que puedo mantenerme en pie, puedo levantarme, puedo soportar la aflicción, la angustia, el sufrimiento, el dolor, todo lo que la vida me eche encima, con la fuerza de Jesús de Nazaret, crucificado por mí. Gracias por esto.
Aplicación a la vida
¿Dedicará algún tiempo a considerar toda la libertad que la cruz de Cristo ha traído a su vida y dará gracias a Dios por este increíble regalo?