―El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros, sus siervos, nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén.
Nehemías 2:20
Los hombres que se opusieron a reconstruir el muro estaban fuera del pacto de la promesa. Ninguno de ellos podía reclamar la promesa de Dios de heredar la tierra, y es por eso que Nehemías adoptó esta postura.
La forma de oposición que adoptaron ellos es además profética de nuestras luchas. Al principio “se burlaron de nosotros y nos despreciaron”, que es normalmente la primera arma que usa el enemigo. Es posible que la sintiese usted al empezar a recuperarse de su ruina. Sus amigos se ríen de sus deseos de cambiar. Es posible que hayan ridiculizado sus convicciones religiosas y se hayan sentido agraviados, mostrando desprecio por su conducta.
Pero, además, los enemigos de Nehemías empezaron a amenazar y a calumniarle mediante acusaciones de rebelión y deslealtad. Si el ridículo no funciona, entonces la oposición se endurece y se vuelve abiertamente hostil y amenazante. Es el próximo nivel de resistencia con el que se encuentran aquellos que intentan reconstruir su encuentro.
Éstas son sencillamente imágenes para nosotros. Nos muestran la oposición y la resistencia que experimentaremos por parte de Satanás mismo. Lo que es cierto respecto a estas fuerzas de la oposición en el caso de Nehemías es también cierto de Satanás, que es un usurpador que nos ha engañado y nos ha llevado por el mal camino, a pesar de que no tiene ningún derecho a hacerlo. Jesús vino con el fin de restaurarle la propiedad de Dios a Él y a obligar al demonio a que suelte a la raza humana a la que pretende dominar. Esto es lo que Él hace en nuestras vidas. De manera que, cuando nos enfrentamos con resistencia, debemos considerarlo como algo que Dios permite para fortalecernos, pero Satanás no tiene ningún derecho real sobre nuestras vidas.
No necesitamos estar atados por costumbres del pasado. Poco importa la manera inocente como hayan empezado; no tenemos necesidad de ser esclavos de las drogas, del sexo, del alcohol, del tabaco o de cualquier otra cosa que esté controlándonos y limitándonos. Recuerde usted el gran clamor de Pablo: “yo no me dejaré dominar por ninguna” (1 Corintios 6:12). ¿Por qué? Porque se hallaba bajo el poder de Dios. Esto es lo que declara aquí Nehemías. No hay necesidad de que seamos esclavos del mal genio o de una actitud crítica o de un espíritu de queja. Estas actitudes que arruinan nuestras vidas las podemos eliminar porque esperamos que Dios nos conceda la gracia para vencer.
Éste es el motivo por el que, con gran determinación, Nehemías aprieta el puño y dice: “Mirad, el Dios de los cielos está con nosotros; él nos concederá el éxito. Nosotros, sus siervos, empezaremos a reconstruir. Haced lo que queráis, no van a detenernos. Vosotros sois usurpadores y no tenéis derecho a esta tierra”.
Aquello a lo que le estamos siguiendo la pista aquí son los pasos necesarios para recuperarnos de la ruina. Hay tres de ellos que ya hemos mencionado hasta el momento: primero, una profunda preocupación que nos lleva a la oración y a la aflicción; luego, la oportunidad de cambiar, a la cual debemos contestar, y el que nos enfrentemos con los hechos relacionados con nuestra situación de manera honesta y firmemente. Cuando empecemos a dar estos pasos, habremos comenzado el proceso de cambio. Demos estos pasos con confianza en que Dios hará posible que podamos reconstruir los muros y restaurar las puertas de Su alabanza, Su gloria y nuestro agradecido alivio.
Padre, te doy gracias porque puedo enfrentarme con el enemigo con atrevimiento y confianza, sabiendo que soy libre y él no tiene ningún derecho ni poder sobre mí.
Aplicación a la vida
Cuando nos enfrentamos con el ridículo y con la oposición, ¿reconocemos su procedencia fundamental? ¿Qué pasos podemos dar para recuperarnos de las costumbres destructivas o de la ruina en nuestras vidas?