Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: —No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete hombres de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la Palabra.
Hechos 6:2-4
Sería muy fácil leer esto como si los apóstoles estuvieran diciendo: “Somos demasiado buenos para servir mesas. Después de todo, somos apóstoles. Escojamos a siete lacayos que puedan hacer eso, mientras nosotros nos dedicamos a la tremenda obra espiritual de oración y de predicar la Palabra”. Si lo lees de esa forma lo has leído incorrectamente, porque no es eso lo que hicieron.
Acuérdate de que estos apóstoles habían estado en el aposento alto con el Señor Jesús. Le habían visto despojarse de sus vestiduras, ceñirse con una toalla, tomar una palangana de agua y lavar sus pies sucios y asquerosos. Habían oído sus palabras: “sino que el mayor entre vosotros sea como el más joven, y el que dirige, como el que sirve” (Lucas 22:26b). No estaban, en ningún sentido, degradando el ministerio de servir mesas. Hicieron esta decisión basada en una diferencia en dones espirituales. Aquí tenemos un ejemplo muy claro de la forma en la que la iglesia primitiva asignaba las tareas basadas en la distribución de los dones por el Espíritu Santo.
La gloria de esta iglesia era que eran conscientes de la superintendencia del Espíritu Santo; estaban muy conscientes de que el Señor Jesús mismo, por medio del Espíritu, era la cabeza de la iglesia. Estaba distribuyendo dones, dando ciertos ministerios a varios individuos y mandándoles salir, dándoles órdenes. A través de todo el libro de Hechos puedes ver la tremenda manifestación de la dirección del Espíritu Santo.
Aquí, entonces, reconocen que Él había dado varios dones. Los apóstoles entendieron que su don era el de un apóstol. Habían de poner los cimientos de la iglesia, pues se les había dado a los apóstoles la tarea de poner el fundamento. El fundamento son las Escrituras. Es en las Escrituras que la iglesia descansa. En el momento que la iglesia se desvía de estas Escrituras pierde su fuerza, su luz, y su entendimiento y su habilidad para operar. Eso siempre ha sido verdad. Cuando la iglesia ha descansado sobre el fundamento puesto por los apóstoles, la verdad tal como es en Jesús, la iglesia siempre ha tenido fuerza, poder y gracia.
Por lo tanto, era necesario que los apóstoles se dieran a sí mismos el ministerio de apostolado, que involucraba “oración y el ministerio de la Palabra”. Al reunirse en oración aprendieron y comprendieron la mente de Dios. El Espíritu de Dios les recordaba las cosas que el Señor Jesús les había enseñado, y ellos se lo impartieron a la iglesia. En ese tiempo el Nuevo Testamento todavía no estaba escrito. Sin embargo, todas las verdades sobre las cuales hemos reflexionado en estas páginas del Nuevo Testamento estaban siendo dichas por los apóstoles al enseñar a la gente de un sitio a otro. Les enseñaron lo que hay ahora escrito para nosotros. Y todo lo que tenemos, claro, es la palabra de los apóstoles. Todo este Nuevo Testamento no es nada más que la palabra de los apóstoles dada a nosotros. Así que era esencial, como entendieron, el dedicarse ellos mismos a esto.
Pero reconocieron también que había otros dones del Espíritu. Eran dones de ayuda y dones de sabiduría, y hombres y mujeres en esta gran congregación tenían esos dones. Así que lo que estaban haciendo aquí era nada más encargar a la iglesia que encontrara entre ellos a aquellos hombres que tenían los dones que les cualificaran para hacer este tipo de trabajo ―dones de ayuda y dones de sabiduría― que supieran cómo solucionar estos problemas prácticos dentro de la iglesia. Están diciendo: “Cada don es importante. Simplemente nos estamos ateniendo a los dones que se nos han dado, y queremos que encontréis entre vosotros a aquellos que tienen otros dones”.
Padre, gracias por los dones que me has dado, y te pido que me enseñes a servirte.
Aplicación a la vida
¿Buscamos descubrir y poner en uso los dones distribuidos por el Espíritu Santo? ¿Reverenciamos cada don por su valor distintivo al usarlos para servir Su llamado? ¿Exhibimos la belleza de la humildad de Jesús cuando servimos?