Pero es necesario que permanezcáis fundados y firmes en la fe, sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo y del cual yo, Pablo, fui hecho ministro. Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia. De ella fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios…
Colosenses 1:23-25
Una de las cosas importantes que debemos aprender es que mucha gente ha tomado parte en traernos el evangelio. Frecuentemente esa parte fue llevada a cabo mucho antes de que viniéramos a Cristo, y cuando nos enteramos de ello nos emocionamos grandemente. Nunca olvidaré al evangelista metodista que me predicó cuando yo tenía diez años. Recuerdo sobre qué texto predicó porque cuando oí el evangelio vine a Cristo. No sé dónde está ese hombre o qué ha sido de él, pero su nombre y el recuerdo de esa ocasión están todavía frescos en mi mente.
Puede que algunos se pregunten qué significa la declaración: el evangelio… el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo
.
¿Cómo puede ser eso?
Cuando Pablo escribió esto, él sólo había predicado en unas cuantas ciudades del imperio romano.
Ni siquiera sabía que el continente americano existía.
¿Cómo podía ser verdad esa afirmación?
La respuesta la encontramos en Romanos 10.
Ahí argumenta que debe haber predicadores que se envíen para que la gente oiga. Cita el Salmo 19: Por toda la tierra salió su voz y hasta el extremo del mundo sus palabras
(Salmo 19:4a).
Ese salmo afirma: Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos
(19:1).
La naturaleza es la primera predicadora del evangelio.
Hay orden en el universo.
Claramente hay inteligencia detrás de todo.
Si alguien responde a los hechos que la naturaleza presenta sobre la existencia de un Dios de poder y gloria, y empieza a buscarlo, entonces Dios asume la responsabilidad de llevarlo al Salvador.
Pablo también afirma que el carácter de aquellos que predican el evangelio es el de siervos. Ellos consideran un deleite ser usados por Dios. Ésta es una señal distintiva por la cual usted puede distinguir si un predicador es verdadero o falso. A nosotros los cristianos se nos da el privilegio de servir al Dios vivo. Dios nos usa en nuestra debilidad, insuficiencia y estupidez para proclamar esta verdad a los demás. La consciencia de que el Dios de gloria está dispuesto a hacer eso debería crear en nosotros un profundo sentimiento de gratitud.
Pero tal servicio implica mucho dolor y sacrificio. Pablo dice que cumple en su carne lo que falta de las aflicciones de Cristo. Por supuesto, no quiere decir que algo faltaba en la obra reparadora de Jesús. Pero, cuando estamos comprometidos en la lucha contra la oposición del diablo, estamos metidos en un combate, y ¡el combate siempre es costoso! Alguien debe pagar un precio para que los otros puedan venir a Cristo. ¿Se ha preguntado alguna vez cuántas oraciones, angustias y desilusiones pasó alguien, para que usted viniera a Cristo? Cuando llegamos a Cristo hemos de tomar esta batalla y sufrir en beneficio de otros.
Gracias, Señor, por toda esa gente que echó una mano para traerme a Ti. Que yo también sea usado por Ti como parte del proceso de hacer que otros vengan a Cristo.
Aplicación a la vida
¿Quiénes son las personas que echaron una mano para traerle a Cristo? Dé gracias a Dios por ellos, y luego ¡deles gracias a ellos también!