Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
1 Juan 1:3
¿Por qué es que algunos cristianos dan la impresión de haber sido transformados por medio del contacto con Jesucristo, pero otros no? Algunos cristianos, incluso aquellos que hace mucho tiempo que lo son, dan la impresión de ajustarse perfectamente al mundo que les rodea, teniendo incluso puntos de vista y perspectivas deformadas. A pesar de lo cual, todos ellos afirman resueltamente que son cristianos, que también ellos han nacido de nuevo por la fe en Jesucristo. De modo que no es extraño que el mundo pregunte: “¿Qué es lo que está mal? ¿Por qué es verdad esta condición?”. El secreto, dice Juan, es la comunión.
¿Qué es la comunión? En la marina acostumbrábamos a decir que era dos compañeros en el mismo barco, y en cierto sentido eso es verdad, porque tienen efectivamente algo en común, el mismo barco. Ésa es la base del compañerismo, porque esencialmente esta palabra significa “tener todas las cosas en común”. Cuando una persona tiene algo en común con otra, lo que tiene es comunión con esa persona. Si no tiene usted nada en común, no tiene usted comunión, pero todos tenemos cosas en común. Compartimos la vida humana en común, y la mayoría de nosotros tiene en común la ciudadanía americana. Pero Juan está hablando acerca de una comunión única, que es sólo posesión de aquellos que comparten la vida juntos en Jesucristo. Esto hace que sean uno, y esta “unidad” es la base del llamamiento de las Escrituras: vivir juntos en ternura y amor los unos para con los otros. No porque seamos inherentemente personas maravillosas o tengamos personalidades extraordinarias, o que lo seamos por tener una naturaleza agradable, o porque seamos amables, cariñosos y tiernos todo el tiempo, porque a veces estamos de mal humor, somos insensibles y además irritamos a los demás. A pesar de lo cual, aún debemos amarnos los unos a los otros. ¿Por qué? Porque compartimos juntos la vida, así que tenemos algo en común. Compartimos la vida del Señor Jesucristo y, por lo tanto, tenemos comunión los unos con los otros.
Es preciso que entendamos la diferencia que hay entre relación y comunión. La relación significa ser miembro de la familia de Dios por la fe en Jesucristo, y esto se establece pidiéndole a Él que entre en su vida y en su corazón. Juan deja esto claro al final de su epístola. “El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan 5:12), es decir: no tiene una relación. La vida cristiana comienza justo ahí, con el tema de la relación. El tener relación quiere decir aceptar a Cristo, y la relación es conocerle a Él. Usted no puede tener comunión hasta que no haya establecido una relación, pero sin duda puede usted tener una relación sin tener comunión. Las relaciones hacen que formemos parte de la familia de Dios, pero la comunión permite que la vida de esta familia brille por medio de nosotros. Eso es lo que hace la diferencia entre los cristianos. La comunión es la clave del cristianismo vital. Es por ello que esta epístola, que nos llama a seguir los temas fundamentales, se concentra primero en esto. La pregunta importante es: ¿Está usted, como cristiano, disfrutando la comunión con el Padre y con Su Hijo?
Padre, enséñame más acerca de la riqueza y la gloria de la comunión con Cristo, donde todo lo que soy está a Su disposición y estoy disfrutando todo el maravilloso gozo de todo lo que Él tiene y que ha puesto a mi disposición.
Aplicación a la vida
¿Nos asombramos a veces al encontrarnos con las diferencias en nuestras experiencias con otros que profesan ser cristianos? ¿Cuál es una diferencia clave entre relación y comunión?