Hijitos, guardaos de los ídolos.
1 Juan 5:21
Juan concluye con esta advertencia final: “Hijitos, guardaos de los ídolos”. No se deje usted arrastrar por alguna otra cosa; no conceda su atención a sus intereses, a su tiempo, a su energía o a su dinero de manera que esas cosas se conviertan en el motivo de su existencia, lo que hacen que usted se emocione, lo que le entusiasme. Ése es su Dios. ¿A quién tiene usted en su vida? ¿Es Jesucristo o es alguna otra cosa?
En nuestros viajes, mi familia y yo tuvimos el privilegio de visitar algunas regiones del mundo antiguo, donde fuimos a ver muchos templos dedicados a los ídolos. Aunque estos templos se hallaban en ruinas, en cada lugar un dios concreto como Apolos, Venus, Baco o Zeus había sido entronizado y adorado en ese lugar. De repente descubrí, después de regresar a casa, que a pesar de que estos templos han sido abandonados, la adoración del dios no ha cesado. Hemos cambiado los nombres, pero los dioses y los ídolos siguen siendo los mismos.
Tenemos la adoración a Narciso, el dios que se enamoró de sí mismo. ¿No es éste tal vez el dios supremo de la humanidad, la adoración a uno mismo, la exaltación de los humanos? La idea de que oímos decir continuamente que los humanos son tan fabulosos, tan listos, tan brillantes y tan inteligentes que pueden hacer muchas cosas. Sin embargo, negamos la evidencia continua de nuestros sentidos que demuestra que el mundo se está viniendo abajo a nuestro alrededor. ¿No es sorprendente cómo adoramos a la humanidad? Las manifestaciones en este sentido tienen su expresión en la adoración de la raza o del país. Tenemos la adoración de Baco, el dios del placer, del vino, de las mujeres y el cántico; la adoración de Venus, la diosa del amor, entronizada en Hollywood y todo lo que representa Hollywood; Apolo, el dios de la belleza física; Minerva, la diosa de la ciencia. Hemos entronizado por todas partes la ciencia.
Juan escribe y dice que estas cosas nos destruirán, nos robarán de lo que Dios tiene para nosotros. “Hijitos míos, no os dejéis arrastrar por la adoración en la que el mundo a vuestro alrededor participa. No permitáis que estas cosas se vuelvan importantes en vuestra vida, porque Dios os ha liberado para que podáis vivir tal y como Dios quiso que su pueblo viviese”. No es de sorprender que Su Palabra diga: “Hijitos, guardaos de los ídolos”. ¿Qué hace que se sienta usted entusiasmado? ¿A qué causa dedica su dinero? ¿Para qué está usted ahorrando ahora? ¿Qué es lo que considera de suprema importancia? Es esta pregunta con la que Juan concluye este libro.
Padre, ayúdame a identificar a los muchos dioses de este tiempo, que dan la impresión de ser atractivos pero que en realidad no tienen nada que ofrecer sino la muerte. Te doy gracias por la verdad que se halla en Cristo y porque en Él tengo todo lo que jamás pudiese necesitar o desear.
Aplicación a la vida
Muchos creen que los ídolos son cosas religiosas del pasado, pero hoy en día, ¿qué hace que nos mostremos entusiasmados? ¿Qué es lo que consideramos de suprema importancia?